Las políticas de la Administración Trump generarán volatilidad y riesgos en la inflación, lo que podría provocar que la Fed no baje los tipos de interés tanto como lo pensado. A todo ello se suman los conflictos geopolíticos abiertos o las elecciones en Francia y Alemania.
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Si hay una pega que ponerle al entorno es que la buena salud del ciclo, y la robustez del sector privado, se ha conseguido mediante una inmensa transferencia de rentas desde el sector público, y un notable incremento de la deuda pública. La urgencia para reconducir la política fiscal hacia una senda de estabilidad es elevada. Francia es un buen ejemplo cercano de ello, pero también, y sobre todo, en EE. UU.
La política sin embargo es una fuente de incertidumbre, en el sentido más clásico del término “falta de certeza, que ocasiona duda o indecisión en las cosas”. Tanto en EE. UU. como en Europa (y en parte también en Japón) se van a tomar decisiones en los próximos meses que pueden mejorar aún más el escenario actual o, por el contrario, provocar una recesión innecesaria.
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Los riesgos para las carteras están estrechamente vinculados a factores económicos, financieros y políticos. Si bien somos constructivos, no prevemos años tan tendenciales para los mercados como 2023 y 2024. Será importante gestionarlos de manera activa.
En el ámbito macroeconómico, las políticas de la nueva administración de EE.UU. podrían tener efecto mucho más allá de sus fronteras. Dentro de estas, la política comercial podría ser la de mayor impacto. La imposición de aranceles, e incluso la mera amenaza de la introducción de estos, limitarían el comercio global, aumentarían el coste de las importaciones y erosionarían la confianza empresarial, lo que podría desembocar en una revisión del crecimiento económico a la baja. Respecto a la política fiscal, un nuevo impulso expansivo, en el contexto del elevado déficit actual (superior al 6%), podría elevar los tipos de interés a largo plazo. Esto encarecería la financiación empresarial y afectaría negativamente la valoración de los activos de riesgo en los mercados financieros, tanto en la bolsa como en los bonos corporativos.
La fragilidad económica y política de Europa es uno de los puntos a vigilar. A pesar de las bajas expectativas del mercado en cuanto a su crecimiento como actividad industrial, tanto por riesgos internos como globales por su elevada dependencia al comercio exterior (en concreto, a EE.UU. y a China), será importante seguir su evolución.
Desde una perspectiva microeconómica, las potenciales señales de moderación en la generación de beneficios empresariales en el sector tecnológico hacia niveles más sostenibles en el largo plazo supondrían un ajuste de las valoraciones y previsiblemente una corrección del conjunto de la bolsa.
Por último, en el ámbito geopolítico, mientras que el conflicto entre Rusia y Ucrania podría encontrar una solución el próximo año, con una previsible reducción de primas de riesgo en Europa, seguiremos con el foco de los riesgos geopolíticos en Oriente Medio, en el que Irán podría ir tomando un protagonismo mayor.
2/10Si dejamos a un lado la situación geopolítica, tal vez el principal riesgo para el mercado en 2025 sea el de tipos de interés más altos de lo pensado actualmente. Y se puede llegar a esta situación por lo menos por dos caminos. El primero sería resultado de que las inflaciones muestran resistencia a la baja y los bancos centrales, o bajan menos los tipos o casi ni los bajan; y no es descabellado, ya que llevamos tiempo hablando del riesgo de inflación estructural, derivada del coste de la transición energética, de un mercado laboral tenso y de la subida de algunas materias primas. El segundo camino, una deriva fiscal (principalmente en EE.UU.) que haría pensar al mercado que la necesaria consolidación fiscal sigue pendiente sine die, y que presionaría al alza la parte larga de las curvas de tipos (subida del term premium), parece ahora menos probable, pero no imposible.
3/10La implantación de nuevas políticas por parte de la nueva administración en EE.UU. va a ser clave a lo largo de los próximos meses, y esa incertidumbre, como no podía ser de otra forma, podrá generar volatilidad.
Por otro lado, como a lo largo de los últimos años, los riesgos geopolíticos, con diversos focos a los que tendremos que estar atentos, especialmente en Ucrania e Israel. En este sentido, estos conflictos, en especial el de Israel, podrían tener impactos en la evolución de los precios del crudo, lo que podría llevar a ver repuntes en la inflación.
4/10El más evidente seguramente es el riesgo geopolítico, aunque habitualmente genere más ruido que impacto consistente en los activos financieros. El período de “pax americana” parece haber terminado, por lo que la incertidumbre geopolítica será una constante inevitable durante el próximo ejercicio.
Aparte de ello, la inflación, en particular durante los primeros meses de 2025, será un aspecto relevante a vigilar. El buen comportamiento de los mercados financieros en los últimos meses de 2024 ha estado en parte explicado por las expectativas de políticas monetarias más laxas en un entorno de mejoría generalizada de la inflación a nivel global, por lo que, cualquier duda sobre dicha evolución, añadiría dosis elevadas de incertidumbre a la evolución de los mercados financieros.
5/10Respecto a política monetaria, aunque se espera que tanto la Reserva Federal como el BCE continúen recortando los tipos de interés, de cara a 2025 hay riesgos en la inflación debido a la política arancelaria que quiere llevar a cabo Trump. Esto puede provocar que la Reserva Federal no baje los tipos de interés tanto como está descontando el mercado.
Por otro lado, la política comercial de EE.UU. Los aranceles podrían aumentar la volatilidad en los mercados y generar presiones inflacionistas, reducciones de actividad derivadas de las potenciales respuestas de los socios comerciales. A nivel geopolítico, las tensiones, especialmente en relación con China y Europa, podrían afectar negativamente a los mercados.
Y por último, los elevados déficits públicos en casi todo el mundo podrían generar inestabilidad en los mercados si no se aplican políticas presupuestarias suficientemente prudentes.
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Un año más tendremos que seguir muy de cerca los focos de tensión geopolítica abiertos, como los conflictos en Ucrania y en Oriente Medio – este último, lejos de resolverse parece que se complica cada vez más –, o las relaciones entre Estados Unidos y China. Y además tendremos que ver el impacto de las políticas de la administración Trump, que podrían suponer riesgos para el crecimiento global (especialmente para Europa y China) y para la inflación, especialmente en Estados Unidos. Esto podría llevar a parones o incluso cambios de signo en la senda de la Fed y a movimientos al alza de la curva de tipos con el consiguiente impacto negativo tanto para los mercados de bonos como de acciones. Pero todo ello dependerá de la magnitud y de la velocidad de aplicación de las políticas.
7/10Vivimos en un entorno de alta incertidumbre a nivel geopolítico. En Europa tenemos que seguir pendientes de la evolución de la guerra de Ucrania, particularmente tras el cambio en la Administración americana. Pero también va a ser muy importante lo que pueda ocurrir en Francia y Alemania a nivel político. Desde el punto de vista económico, habrá que vigilar la evolución de la política monetaria, y las posibles decisiones que los EE.UU. puedan tomar en lo referente a política arancelaria, por sus posibles implicaciones en el crecimiento y la inflación.
8/10Los grandes riesgos geopolíticos abiertos durante este ejercicio siguen activos. Las posibilidades de escalada y expansión del conflicto en Oriente Medio parecen haberse reducido a pesar de su expansión hacia el Líbano, pero aún sigue en situación muy crítica. Por su parte, el final de la guerra en Ucrania, podría no estar muy lejano tras la llegada de Donald Trump a la presidencia dada su intención de eliminar la ayuda económica y militar de EE.UU. Precisamente, la llegada de Trump podría generar importantes disrupciones en el comercio global. A partir de enero, según lo previsto, se redibujará todo el sistema de aranceles a la importación en EE.UU., lo que, dependiendo de la intensidad, podría tener importantes consecuencias en varias geografías.
Por otro lado, no podemos descartar completamente un rebrote de la inflación en Estados Unidos, especialmente en la primera mitad de 2025. Los mercados y las autoridades de muchas regiones han centrado su atención en el crecimiento y sus riesgos a la baja. Aunque no es nuestro escenario base, creemos que un regreso de la inflación podría provocar un cambio radical en las perspectivas actuales y recalibrar las expectativas en torno a la relajación de la política monetaria y el consiguiente impulso a la economía.
Por último, y quizá penando más en el medio largo plazo, la presión fiscal y los elevadísimos déficits en las principales economías podrían tener un impacto real en la percepción del riesgo de crédito soberano en muchos países de continuar en la misma línea que hasta ahora. El escenario actual sigue siendo claramente expansivo desde un punto de vista fiscal y los niveles de endeudamiento global empiezan a ser preocupantes.
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