“Es improbable que se produzca una crisis en la balanza de pagos”, afirma Manolis Davradakis, del equipo de estrategia y análisis de AXA IM.
En los días posteriores a su elección, Donald Trump ha adoptado un tono más conciliatorio, le ha restado importancia a sus planes proteccionistas y se ha centrado en la deportación de inmigrantes ilegales (aunque en un número inferior al previsto inicialmente) y en la protección de la frontera entre EE.UU. y México. Manolis Davradakis, del equipo de estrategia y análisis de AXA IM, afirma que los riesgos bajistas resultantes de la elección para México “son principalmente vía exportaciones y remesas de divisas, con implicaciones para el déficit actual por cuenta corriente y el crecimiento económico”.
Davradakis recuerda que EE.UU. es el principal socio comercial de México: es el destino del 81% de exportaciones mexicanas, equivalentes al 27% del PIB, y se trata principalmente de maquinaria y equipamiento de transporte. Es una proporción que ha crecido enormemente en las últimas dos décadas: antes de la firma del acuerdo NAFTA – que Trump quiere derogar-, en 1994, México sólo exportaba un 10% de su producción a EE.UU.
Por otra parte, las remesas de divisas son un importante componente de la renta de las familias mexicanas, así como “una fuente significativa de flujos de divisa fuerte que apoyan el balance por cuenta corriente”, que terminó 2015 con un déficit del 2,8%... que habría sido del 5% si no hubiera remesas procedentes de EE.UU. “Las remesas de divisas de mexicanos que viven en el extranjero han supuesto entre el 2% y el 3% del PIB en la última década. De esos mexicanos que viven fuera, el 95% reside en EE.UU., de los cuales el 23% son inmigrantes ilegales”, detalla Davradakis. Por tanto, concluye que si se aplican políticas más restrictivas sobre inmigración estas remesas podrían estar en peligro.
Implicaciones de la caída del peso
El tercer elemento que pone presión sobre la economía mexicana es el comportamiento de la divisa. Basándose en los futuros sobre el peso, el analista calcula que se depreciará otro 2,5% de aquí a finales de año, por lo que en el conjunto de 2016 habría perdido un 25% de su valor. La segunda derivada será el impacto sobre la inflación, que cifra en un 0,4%, por lo que calcula una tasa del 2,9% en 2016 y del 3,4% en 2017. “El impacto sobre la inflación general obligará al banco central a subir tipos para defender la divisa y salvaguardar la estabilidad financiera. Esperamos que el banco central eleve los tipos de interés al 5,75% (desde 5,25%) para finales de 2016 y al 6,5% para finales de 2017 para frenar la inflación”, diagnostica el experto. En consecuencia, espera otro año de crecimiento por debajo de la tendencia, con un PIB real al 1,5% en 2017, después de un 1,6% en 2016, frente a la tasa potencial del 3%.
Por otra parte, el analista alerta de que la depreciación del peso contribuirá a inflar el servicio de deuda externa, que espera que se incremente en un 0,6%, hasta el 3,2% del PIB en 2017. Davradakis indica que las empresas más afectadas por la carga extra de deuda serán las no financieras, donde la deuda en divisa extranjera podría contar hasta el 2,1% del PIB. En cambio, la financiación gubernamental equivale a un 1% del PIB. “La deuda externa en divisa extranjera de corto plazo (con vencimiento en los próximos dos años) supone un 3% del PIB o un 20% de las reservas de divisas, equivaliendo la deuda total en dólar al 13% del PIB. Esto se sitúa entre las más elevadas dentro de los emergentes”, indica Davradakis, aunque rápidamente matiza que en AXA IM no prevén una crisis de pagos, porque el 73% del déficit por cuenta corriente está financiado por inversiones extranjeras directas difíciles de desenmarañar, en gran parte procedente de EE.UU., mientras que “las reservas en divisas extranjeras son suficientes para cubrir los flujos de capital extranjero”.
El punto positivo, según el experto, es que “el impacto negativo de la depreciación del peso será compensado por la subida esperada del precio del petróleo, debido a la revalorización de la inflación”. Davradakis aclara que Pemex “seguirá siendo una preocupación, debido a sus fuertes provisiones contingentes para pensiones (6% del PIB) y por sus necesidades de financiación de capex y royalties del gobierno (equivalentes al 20% de los ingresos del presupuesto estatal). “Si el precio de la energía sube en línea con el tema general de recuperación de la inflación, puede que se disuelvan las preocupaciones en torno a Pemex”, resume el experto.
Éste termina con un mensaje que quiere ser tranquilizador: “Dada la limitada carga extra que añadirá la depreciación del peso, y los significativos colchones externos que tiene la economía (reservas de divisas, financiación del FMI, una política fiscal y monetaria creíble, tipo de cambio flexible), es improbable que se produzca una crisis en la balanza de pagos”.