Érase, hace cincuenta años, una modesta ciudad en la costa del golfo Pérsico a merced de los ritmos del desierto. Su economía se basaba en la cría de camellos, la producción de dátiles y demás productos agrícolas; la pesca y la búsqueda de perlas. La mayoría de sus habitantes vivían en asentamientos hechos de hojas de palma. Aquellos con más medios habitaban cabañas de barro.
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