Fidelity explica las claves de una de las que considera como temática de inversión más importante en el siglo XXI.
Dentro de sus ideas de inversión para el siglo XXI, Fidelity Worldwide Investment ha dedicado uno de sus últimos informes a analizar una tendencia de inversión que consideran que tendrá un largo recorrido: el proceso de urbanización en Asia emergente. “La urbanización pasa cada vez más por ser un motor de crecimiento sostenido en el sureste asiático, en un contexto marcado por el auge de las clases medias y el crecimiento de los intercambios y el comercio dentro de esta región”, explican desde la gestora.
Desde Fidelity se apoyan en una serie de estadísticas para afirmar que el crecimiento económico tiene una correlación positiva con las tasas de urbanización. A continuación, aportan una serie de datos relevantes para hacerse con una imagen precisa del conjunto. El primero, que en 2013 el porcentaje de personas que vivía en áreas urbanas de Asia-Pacífico promediaba un 30% en las economías de rentas bajas, mientras que en las economías de rentas altas esta proporción era del 90%. Otro dato: en 2012 vivían en áreas urbanas el 46% de la población de Asia-Pacífico, 1.960 millones de personas, frente al menos de 40% de 2002. El cálculo de Fidelity es que en 2020 esta proporción alcanzará el 50%, lo que en términos absolutos equivale a 500 millones de personas. “Si el resto de condiciones se mantienen igual, esto debería traducirse en un importante crecimiento económico en la región”, sentencian desde la gestora.
La segunda derivada del proceso de urbanización es que en torno a ésta se suelen generar economías de escala que permiten prestar con menores costes servicios esenciales como transporte, salud y educación. Además, contribuye a avivar la demanda de infraestructuras en el continente, especialmente en los países menos desarrollados con infraestructuras inadecuadas (transporte, energía, comunicaciones). Según datos del Banco Asiático de Desarrollo, las necesidades de infraestructuras en la región de ASEAN ascienden a 60.000 millones de dólares al año entre 2010 y 2020, a los que se ha de sumar proyectos nacionales con importantes efectos transfronterizos como aeropuertos, puertos y carreteras hasta las fronteras.
"El gasto en infraestructuras, especialmente en una región relativamente subdesarrollada como ASEAN, probablemente siga ofreciendo oportunidades de crecimiento a las empresas establecidas en ella. Las empresas nacionales, en especial las que tengan vínculos con el sector público, probablemente sean las más beneficiadas", explica Dale Nicholls, gestor del FF Pacific Fund.
Desde la firma norteamericana también destacan que iniciativas a favor de la integración económica regional, como la formalización de la Comunidad Económica de ASEAN (para promover la conectividad física, institucional y entre personas y crear un mercado y una base de producción únicos) en 2015, “también están creando oportunidades para actores con tecnologías punteras, experiencia y conocimientos en materia de construcción de infraestructuras en toda la región”.
El caso de China
El informe de Fidelity analiza en profundidad el caso particular de China, que el mes pasado presentó un ambicioso plan de urbanización que abarca el periodo 2014-2020 y que gira en torno a las personas, ya que pretende que la sociedad china sea la principal beneficiara del proceso de urbanización “y que forma parte de un plan más amplio para llevar al país hacia un crecimiento más sostenible”.
Con esta reforma estructural, China pretende atajar la desigualdad entre la población que vive en las ciudades y la que se ha desplazado desde el medio rural. Actualmente, el 54% de los ciudadanos chinos vive en urbes, pero sólo el 36% está empadronado. “Esto significa que 234 millones de trabajadores inmigrantes y sus familias no tienen acceso a servicios públicos urbanos básicos, a pesar de llevar viviendo mucho tiempo en ciudades. La parte más ambiciosa de este plan es integrar mejor a los antiguos habitantes rurales en la vida urbana”, indican desde Fidelity. Para atajar este problema, el nuevo plan de urbanización introduce dos tasas de urbanización separadas que miden los residentes urbanos permanentes y los hogares empadronados, y prevé que la discrepancia entre ambas tasas se reduzca un 2%, “lo que permitirá a 100 millones de trabajadores inmigrantes y otros residentes urbanos permanentes tener el Hukou (padrón) urbano en 2020”. El objetivo final de este paquete de medidas es que el 60% de la población china viva en ciudades y que el 45% lo haga con todos los derechos en 2020.
La previsión de los expertos de Fidelity es que, “al incidir en la mejora de la calidad de vida de los residentes urbanos mediante un mayor gasto público, el plan probablemente cree una enorme demanda de atención hospitalaria, colegios y viviendas asequibles”. A su vez, esperan que los cambios en el estilo de vida de los trabajadores de origen rural también transforme sus hábitos de consumo.
“Los nuevos riesgos que conlleva la industrialización -contaminación, cambio climático y disminución de los recursos naturales- están provocando simultáneamente un cambio en las normas fundamentales de urbanismo y administración en las ciudades”, continúan los autores del informe. La pretensión del plan de China es reducir el problema de la salud en las ciudades al optimizar el diseño urbano: se quiere reducir la concentración de industrias en las megaurbes (áreas metropolitanas con más de 10 millones de habitantes), al tiempo que se busca mejorar la funcionalidad de las ciudades pequeñas y medianas de una forma más integrada y equilibrada. “La experiencia de China ha alertado al resto de países emergentes de Asia para que consigan una urbanización sostenible y para que los gobiernos den prioridad a la calidad de vida de las personas y la habitabilidad de las ciudades”, concluyen los expertos.