Bonos catástrofe: qué son y en qué se diferencian de la renta fija tradicional

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Nasa (Unsplash)

Artículo escrito por Beat Holliger, responsable de producto de Schroders

La rentabilidad de los valores vinculados a seguros, conocidos como ILS por sus siglas en inglés (Insurance Linked Securities), depende de lo que ocurra en el mundo “natural” y no en el mundo de la empresa. Por eso, sus resultados no guardan correlación con los de las clases de activos tradicionales, cuya rentabilidad está más íntimamente ligada a la fortaleza o debilidad de la economía, los buenos o malos resultados de las empresas o los factores geopolíticos.

El ámbito del mercado de ILS más conocido es probablemente el de los bonos catástrofe, que suponen cerca de una tercera parte de los 103.000 millones de dólares que hay en ILS. Estos instrumentos pueden negociarse de una forma más convencional y suelen tener una vida de entre 3 y 5 años. El resto del mercado lo componen contratos extrabursátiles no negociables, en su mayoría con un vencimiento a 12 meses. Este segmento del mercado ofrece a los inversores exposición a una gama más amplia de los riesgos que cubren los seguros, como los riesgos marítimos, los aéreos o los de productos especiales, y a un abanico más amplio de estructuras de inversión.

Estos instrumentos también exigen a los gestores crear sus propios modelos de riesgos en vez de recurrir a los de terceros, puesto que no existe un mercado secundario y el hecho de que no sean negociables implica la existencia de una prima de iliquidez adicional.

Dos son las grandes diferencias que encierran los ILS en comparación con los bonos tradicionales.

La primera de ellas es el riesgo crediticio. Básicamente, los ILS permiten a las empresas comprar protección frente al riesgo de tener que hacer frente a un siniestro si se produce un acontecimiento determinado. A estas empresas se las suele denominar compradores de protección. Los compradores de protección del mercado de ILS suelen ser compañías de seguros o reaseguros (además de empresas e instituciones públicas) que quieren reducir o eliminar el riesgo de tener que abonar indemnizaciones por acontecimientos asegurados. Un inversor en ILS recibirá pagos de intereses dependiendo de la prima de riesgo del seguro más una rentabilidad del mercado monetario. Por tanto, la rentabilidad la determina en gran medida el riesgo asegurado que se asuma.

A diferencia de los bonos corporativos o soberanos, los bonos catástrofe y otros instrumentos vinculados a seguros no están expuestos directamente al riesgo crediticio del emisor. Esto se debe a la estructura específica de los ILS. Los inversores pueden acceder al riesgo de seguro (es decir, el riesgo de abonar una indemnización por siniestro) a través de un vehículo con fines especiales (SPV) al que se conoce como transformador. El comprador de la protección (que podría ser una compañía de seguros o reaseguros), transmite un riesgo, o parte de él, al vendedor de protección (que puede ser un fondo de inversión). El riesgo pasa del vendedor al comprador mediante un contrato de reaseguro en forma de bono (un ILS) emitido por el SPV.

Dicho contrato de reaseguro está avalado con una garantía que los inversores pagan al SPV al comienzo de la operación. El SPV emite a continuación valores —como bonos catástrofe o acciones preferentes en caso de una operación privada— avalados por dicha garantía. De este modo, el riesgo de seguro se ha transformado en un instrumento en el que se puede invertir. Por tanto, la solidez financiera del comprador de protección no es motivo de preocupación a la hora de valorar el riesgo del bono.

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La segunda diferencia con los bonos tradicionales es la estructura que presenta el bono catástrofe ya que ésta es más similar a la de un seguro que a la de un cupón. Así, el efectivo abonado por un ILS no está directamente expuesto al riesgo crediticio del emisor, ya que se mantiene por separado en una cuenta fiduciaria y se invierte en fondos o instrumentos del mercado monetario. Por lo tanto, el instrumento vinculado a seguros no se encuentra expuesto a la capacidad de pago de indemnizaciones del emisor. En su lugar, la probabilidad de que los riesgos previamente identificados se materialicen es lo que se utiliza para medir el riesgo del instrumento. Por este motivo, la mayor parte de este universo no está calificada por ninguna agencia, como les ocurre a los bonos corporativos o gubernamentales.

En el caso de que el emisor de un ILS incurra en impago (por ejemplo, si no paga la prima de riesgo acordada), el capital teórico permanece intacto. El instrumento vinculado a seguros dejaría de existir y la garantía depositada en la cuenta fiduciaria aparte se devolvería entonces a los inversores. Lo que sí podría hacer mella en el capital teórico es, evidentemente, el acontecimiento asegurado. De producirse el ciclón tropical, la inundación o el terremoto ante el que el comprador haya querido cubrirse, el instrumento registraría pérdidas. El instrumento se expone al riesgo de seguro más que al crediticio. Esto también es importante a la hora de explicar la ausencia de correlación de esta clase de activo con los mercados tradicionales.

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