Estamos ante un cambio de régimen económico en el que las nuevas tecnologías están desplazando a los viejos modelos de negocio. La industria financiera no solo no es inmune a este proceso, sino que podría ser la que más sufrirá.
Nos enfrentamos a un cambio de régimen económico en el que las nuevas tecnologías están desplazando a los viejos modelos de negocio. Desde tiempos inmemorables, el progreso se ha abierto paso mediante innovaciones tecnológicas que se manifiestan en el desarrollo de nuevos productos, servicios y modelos de negocio. Por norma se suele tratar de un proceso de cambio transitorio pero también puede ser de ruptura: el coche reemplazó al carro de caballos, los buscadores de internet a las páginas amarillas y las tecnologías digitales a las analógicas. La revolución industrial que conocemos como Industria 4.0 se extiende más allá de la integración de las modernas tecnologías de la comunicación y la inteligencia artificial en los procesos de producción industrial y afecta actualmente a todas las áreas de la economía y de la vida cotidiana.
Todo el mundo tiene en mente quiénes son los agentes que se encuentran detrás de este proceso de cambio disruptivo. Se trata de empresas globales como Amazon, que primero revolucionó el modelo de negocio de venta minorista de libros y después extendió su capacidad de innovación a los servicios en nube, la logística y las finanzas. El mismo caso encontramos en Google, que no se limitó a poner fecha de caducidad a las páginas amarillas, sino que se atrevió a revolucionar los canales de publicidad establecidos. Otros ejemplos son Uber, que está comiendo terreno a los servicios de taxis en aquellas ciudades en las que tienen licencia, o los servicios de “economía colaborativa”, que modifican significativamente nuestras costumbres de consumo.
Las empresas líderes de mercado se han tenido que enfrentar y adaptar a estas innovaciones. Mientras a los taxistas en Londres no les queda otra vía que la queja ante la competencia de Uber, otras empresas líderes como BMW y Daimler están apostando por los servicios de uso compartido. La industria del motor tradicional se enfrenta a un cambio revolucionario debido a las nuevas tecnologías y a los cambios en los modelos de consumo. Especialmente las jóvenes generaciones apuestan por prescindir de coche o utilizar servicios compartidos. Tesla abrió una vía de cambio nueva al apostar por motores eléctricos. Todas estas innovaciones revolucionarán a largo plazo la industria tradicional del motor en los países líderes como Alemania.
Así lo cree Bert Flossbach, cofundador y director de inversiones de Flossbach von Storch, una de las gestoras líderes en Alemania que acostumbra a salir en los primeros puestos en el ranking de entidades más valoradas por los selectores europeos que elabora Fund Buyer Focus. El experto recuerda que procesos de cambio como éstos no se producen de un día para otro. “De aquí a diez años, por ejemplo, aún habrá personas que preferirán tener un coche propio en lugar de compartirlo. Las empresas premium del sector son las que se encuentran en mejor posición para defender sus márgenes de mercado, ya que más allá del producto final venden emociones y posición social. Sin embargo, a pesar de esta posición ventajosa respecto a la competencia, se verán obligadas a amortizar a un mayor ritmo sus bienes inmuebles, maquinaria y equipos actuales”.
La industria financiera no es inmune a este proceso
La cuestión es que la industria financiera no es inmune a este proceso. Todo lo contrario. Desde el punto de vista de Flossbach, podría ser uno de los sectores que más sufrirá. “Actualmente se encuentra bajo la presión por la optimización de costes. Con la revolución digital en la oficina, muchos procesos en bancos y aseguradoras se pueden automatizar. El perfil de riesgo de los inversores puede ser calculado mediante algoritmos, que a su vez pueden ofrecer recomendaciones de inversión fácilmente ejecutables a través de fondos cotizados en bolsa…”. ¿Cuál es el futuro de los gestores activos de fondos ante el avance de los algoritmos, la inteligencia artificial y las tecnologías innovadoras y, en definitiva, de la gestión pasiva como alternativa más barata?
Cabe recordar que, a nivel mundial, los flujos de entrada en ETF alcanzaron los 379.500 millones de dólares en 2016, incrementando los activos bajo gestión hasta un total de 3,5 billones de dólares, de los cuales 2,7 billones están invertidos en ETF de renta variable (1,6 billones en fondos cotizados de renta variable americana). “Especialmente en los fondos de renta variable en Estados Unidos se puede observar una tendencia clara de cambio de régimen hacia la gestión pasiva". Cerca del 6% de la renta variable de EE.UU. se encuentra en ETF, que a su vez representan el 20% de los activos bajo gestión de todos los fondos de renta variable en EE.UU. Los fondos de gestión activa, por otro lado, sufrieron salidas de más de 200.000 millones de dólares el año pasado. Los más afectados por esta corriente son los fondos de renta variable pseudoactivos, que si bien siguen de cerca un índice de referencia, su rentabilidad se ve claramente menguada por unos costes más altos.
Según Flossbach, igual que los coches autónomos no están hechos para cualquier tipo de terreno, tampoco la inversión pasiva está pensada para cualquier tipo de inversor. El experto echa mano de un estudio publicado en 2016 en el que se analizaron alrededor de 8.000 carteras de valores invertidas en ETF en un periodo de cinco años en Alemania, que llegaba a la conclusión de que su rentabilidad había empeorado sistemáticamente hasta un -1,16% anual de media en gran medida debido a la falta de acierto en la frecuencia y el momento elegido en las transacciones con ETF. “Es decir, la elevada liquidez de estos vehículos ha acabado perjudicando a algunos inversores, que sencillamente se sienten tentados a ejecutar más transacciones de las recomendables. En EE.UU., por ejemplo, la rotación de los ETF en los mercados es siete veces superior a la de las acciones subyacentes. Los inversores parecen incapaces de resistirse a la liquidez instantánea de este tipo de productos y presentan una actitud muy activa ante este tipo de inversión pasiva”.
El segundo terreno sobre el que –según Flossbach- este tipo de vehículo de inversión se puede considerar inadecuado es el del retorno absoluto. “La mayoría de los inversores quiere sencillamente ganar dinero y, para ello, no existe un índice de referencia adecuado que te marque el camino. Por este motivo, los gestores activos que no se limitan a seguir un índice sino que son capaces de ofrecer a sus inversores un objetivo de retorno absoluto son los que menos tienen que temer ante el avance disruptivo de las Fintech o los ETF. Pero esto no significa que nos podamos relajar”, afirma.
Según Flossbach, “los gestores activos tenemos que ser capaces de aportar valor añadido a largo plazo y, para ello, es necesario definir e implementar una estrategia de inversión que no sólo se ajuste a las necesidades y expectativas de los inversores, sino que también sea capaz de ganarse su confianza. Para conseguirlo, dos aspectos son fundamentales. Por un lado, ofrecer una visión del mundo coherente y, por otro, implementar un proceso de inversión que pondere adecuadamente la relación oportunidad-riesgo de cada inversión. Estos son los pilares sobre los que se puede construir una relación de confianza que aporte al inversor la seguridad necesaria para armarse de paciencia ante las turbulencias del mercado y obtener el máximo potencial de rentabilidad de su inversión a largo plazo en lugar de tirarlo todo por la borda con un simple click de ratón por una reacción a corto plazo en el momento más inoportuno”.