¿Cuánto vale la naturaleza?

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Fuente: Hannah Pemberton (Unsplash)

El otro día me enteré de que los dinosaurios habían habitado la tierra durante unos 200 millones de años hasta la caída del meteorito. Luego pasó mucho tiempo y aparecimos los sapiens, que llevamos por aquí tan solo 200.000 años. No se sabe nada de las emisiones de los dinosaurios, pero hace también mucho muchísimo, cuando yo iba al colegio, nos enseñaban que el petróleo era en parte el producto de los restos de tanto bicho jurásico (200 millones de años dan de sí). La teoría ha sido luego refutada, liberando a los dinosaurios de cualquier tipo de responsabilidad en el asunto del calentamiento global, porque parece que el componente orgánico de los hidrocarburos es sobre todo plancton.

La edad del cielo

La larga vida de los dinosaurios hasta su impactante final nos hace pensar en la edad del planeta. En 1654 el irlandés James Ussher, arzobispo de Armagh, realizó una serie de cálculos sumando las generaciones que aparecen en el libro del Génesis, tras los que afirmó que el planeta había surgido el domingo 22 de octubre del 4004 antes de Cristo. La precisión del 22 de octubre es enternecedora. Pero la Tierra es mayor, mucho más, ronda más o menos los 4.540 millones de años. Lo descubrió en 1953 el geoquímico estadounidense Clair Patterson, gracias a unas mediciones del plomo presente tanto en minerales terrestres como en meteoritos.

Patterson descubrió algo más. Andaba por el mundo midiendo concentraciones de plomo cuando se encontró con que los niveles eran siempre más altos en la superficie marina que en el fondo, y en la nieve que en las capas más profundas. La causa: la gasolina. Gracias a su hallazgo se logró eliminar el plomo en la producción del combustible, lo que contribuyó a que los niveles de plomo en sangre del ciudadano americano medio, el más expuesto, cayeran un 80%. Muy grande, Patterson.

La biodiversidad

Toda esta historia, con sus idas y venidas de Wikipedia, me sirve para recordar que el cambio climático no es el único campo de juego de la inversión medioambiental. La atención a la biodiversidad está solo en sus inicios, pero va ganando terreno y ya tiene hasta una parte propia en la Taxonomía europea. Lo cierto es que el concepto de la doble materialidad, que se fija en el impacto que produce el entorno en una actividad y en el que la actividad produce en el entorno, se hace algo más comprensible, por cercano, en este ámbito. Si no hay agua ¿qué hacemos? y ¿qué hacemos para no dejar de tener agua? Otra cosa, es medir ese impacto, algo más complejo, de momento, aunque van apareciendo soportes.

La naturaleza llega así a la toma de decisiones de inversión. A los requisitos reglamentarios de divulgación de información sobre sostenibilidad se han unido normas voluntarias para la divulgación de información financiera relacionada con la naturaleza. Lanzado en septiembre de 2023, el marco del Grupo de Trabajo sobre Divulgación de Información Financiera Relacionada con la Naturaleza (TNFD, por sus siglas en inglés, el primo biodiverso del TCFD) tiene como objetivo permitir a las organizaciones informar y actuar sobre la evolución de los riesgos relacionados con la naturaleza.

La finalidad, según Spainsif, es “integrar estos riesgos en la toma de decisiones por parte de las empresas y los proveedores de capital y contribuir a una canalización de los flujos financieros globales hacia resultados positivos para la naturaleza y los objetivos del Marco Global de Biodiversidad Kunming-Montreal”. Se trata de 14 recomendaciones finales basadas en la ciencia, centradas en gobernanza, estrategia, gestión de riesgos y métricas.

Los sistemas alimentarios

Parece claro que la actividad humana interfiere en el equilibrio de los ecosistemas, amenazando a las especies y provocando la pérdida de biodiversidad y naturaleza, pérdida que termina afectando a la actividad humana. Si en el ámbito del cambio climático el sector energético es el principal protagonista, en la biodiversidad, la atención se pone en la industria alimentaria. En un evento reciente de UBP AM dedicado a la naturaleza, se señaló que los sistemas alimentarios son responsables de al menos un 60% de la pérdida de la biodiversidad, daño que también se entrelaza con el cambio climático y el crecimiento de la población. Todo está conectado.

La búsqueda de soluciones no ha hecho más que empezar y no se trata tanto de plantear una dicotomía entre naturaleza y economía, algo falaz dado el grado de dependencia, como de ir reconociendo la necesidad de alinear sistemas ecológicos y actividades económicas. Schroders cita datos del Foro Económico Mundial cuando señala que más de la mitad del PIB mundial depende de la naturaleza. Si queremos durar tanto como los dinosaurios, lo mejor es no ser nuestro propio meteorito.

Los esperamos en diciembre.