Castillos, joyas, arte... Coincidiendo con el 63 aniversario de su reinado, Financial Times ha analizado en qué invierte la reina Isabel II.
Está claro que los superricos no invierten como el resto de los mortales. Y es que, si nuestro patrimonio incluye castillos, coronas, famosos diamantes como el el Koh-i-Noor o el Cullinan (que fue el diamante tallado más grande del mundo hasta 1985) y colecciones de arte de valor incalculable, la asignación de activos se complica. Coincidiendo con el 63 aniversario de reinado de Isabel II –es la monarca que más años lleva en el trono británico, superando a su tatarabuela, la reina Victoria–, Financial Times ha analizado en qué invierte la reina de Inglaterra.
Para empezar, hay que tener en cuenta que gran parte de los bienes están en fideicomiso, son difíciles de valorar y bastante ilíquidos. Aun así, la cartera muestra un sesgo de protección frente a la inflación. “Aunque no existe un índice para las joyas de la corona, el precio de la libra esterlina de oro se ha multiplicado por más de dos en términos reales”, explica el periodista James Mackintosh. “Los diamantes no lo han hecho tan bien y el precio ha aumentado menos que la inflación”.
La joya de la corona
Sin embargo, la auténtica joya de la cartera monárquica es la real colección de arte. Según Christophe Spaenjers, profesor de Finanzas en la prestigiosa Escuela de Estudios Superiores de Comercio (HEC Paris), el precio del arte subastado en Londres se ha multiplicado por más de 500 en términos nominales, y por unos 20 una vez ajustado a la inflación, desde 1952, año de la proclamación de Isabel II. Por comparar, el precio de los gilts británicos se ha multiplicado por cinco en ese tiempo, con inversión de cupón. “Con una rentabilidad real del 3% al año, el arte ha sido una de las clases de activo que mejor se ha comportado en el último siglo, muy por delante de los bonos”, apunta Mackintosh.
Otro componente de la cartera que ha registrado un buen comportamiento ha sido el de las propiedades inmobiliarias, teniendo en cuenta que la revalorización de las fincas nobiliarias en los últimos sesenta años ha sido similar a la de las acciones (sin incluir dividendos). Sin embargo, “gestionar propiedades es caro, son mucho más difíciles de vender que las acciones y, aunque no conozcamos los datos exactos, es probable que las rentabilidades netas de los alquileres sean inferiores a las de los dividendos”, observa el periodista.
¿El auténtico punto débil? La falta de diversificación geográfica: “Incluso los inversores más patrióticos son conscientes de la necesidad de incluir activos extranjeros en la cartera para diversificar el riesgo”. Sin embargo, parece que la reina de Inglaterra peca de sesgo nacional, ya que “está demasiado concentrada en el Reino Unido”, concluye.