“La inversión en smart beta ofrece una mejor gestión del riesgo, para obtener mejor rentabilidad”

Bruno_Taillardat
Amundi

Según el principio de la navaja de Ockham, “en igualdad de condiciones, la explicación más sencilla suele ser la más probable”. Aunque el principio data del siglo XIII, es igual de aplicable a un proceso de inversión que lleva en funcionamiento alrededor de diez años en el mercado, el smart beta.

“A veces, la definición de smart beta puede ser confusa, porque se suelen manejar conceptos distintos. Creo necesario definir qué es y por qué puede ser útil para los inversores”, explica Bruno Taillardat, Director Global de Smart Beta y Factor Investing de Amundi.

Amundi lleva desde 2007 desarrollando soluciones de smart beta o beta inteligente aplicadas a fondos de gestión activa y de gestión pasiva. La definición que maneja Taillardat es concisa y directa: “El smart beta tiene que ver con la gestión del riesgo. Si podemos gestionar mejor el riesgo y aportar diversificación, podremos ofrecer mejores rentabilidades a largo plazo". .

El experto distingue entre dos fórmulas que se han comercializado bajo esta etiqueta de beta inteligente. Primero está la opción más conservadora, enfocada al desarrollo de soluciones eficientes que ofrecen una exposición pura a renta variable, pero con menores niveles de volatilidad, como por ejemplo las estrategias de mínima varianza.  

La segunda estrategia es la inversión por factores o factor investing: “El objetivo es crear una exposición diversificada a distintos factores, cada uno de ellos con distintas características. La definición de factor es sencilla, porque se refiere a estilos de inversión: value, calidad, momento, tamaño y baja volatilidad”, resume el director de Amundi. 

Nuevas oportunidades…

Taillardat constata que la evolución de las estrategias de smart beta ha ido de la mano de un cambio en la percepción y uso que hacen los inversores de estas herramientas de inversión. “Antes se percibía al smart beta como una fuente de rentabilidad añadida a otras estrategias, sobre todo a la de mínima volatilidad. Pero empezó a volverse popular entre los inversores institucionales, especialmente entre los fondos de pensiones, ante su necesidad de invertir en renta variable con niveles controlados de riesgo", detalla el experto.

Éste afirma que el enfoque de inversión ha cambiado, “sobre todo en la inversión multifactorial”, debido al cambio en las propias necesidades de los inversores: “Los institucionales se establecen una serie de objetivos con un horizonte de inversión concreto y distintos perfiles de riesgo. Muchos tienen una serie de limitaciones de inversión, ya sea por criterios ESG, por la regulación o por la exclusión de una serie de factores. Los institucionales han empezado a utilizar los factores como “building blocks”, combinándolos para conseguir sus objetivos, y les han ayudado a simplificar su proceso de inversión, añadiendo estructura y disciplina”.

El experto añade que, en un contexto marcado por la introducción de Mifid II, la inversión en factores también puede ser de ayuda para el buen gobierno de los inversores “a la hora de explicar la toma de decisiones, porque con estos productos pueden obtener una alineación mejor con sus intereses”.

En este sentido, Taillardat afirma que la entrada en vigor de la nueva normativa europea supone una gran oportunidad para los productos de beta inteligente: “MiFID II obliga a una mayor transparencia, y las gestoras de fondos cada vez tienen más necesidad de ser transparentes con sus clientes. Es algo comprensible, necesitan ofrecer una explicación sobre el uso que se hace del dinero de los clientes”. El Director añade que el propio proceso de análisis empleado en smart beta favorece la transparencia al estar basado principalmente en procesos cuantitativos y sistemáticos.

… y algunos desafíos

El experto trata de mantener una postura prudente, al tiempo que crítica, sobre el eterno debate en torno a los usos de la gestión activa y la gestión pasiva. “No creo que estemos presenciando el final de la gestión activa ni mucho menos, pero sí creo que los gestores activos cada vez van a tener que soportar más desafíos”, indica el experto.

Son varias las razones detrás de este punto de vista. En primer lugar, debido a que los propios gestores activos “suelen tener una exposición estructural a algunos factores, por lo que ahora tendrán que justificar su rentabilidad frente a productos basados en factores que son más baratos y transparentes; el smart beta pone más presión sobre ellos, porque tienen que demostrar sus habilidades”. En segundo lugar está la cuestión de los costes: “Estamos viendo una presión elevada sobre las comisiones de gestión. Cada vez es mayor la necesidad de justificar qué uso se ha hecho del dinero institucional”, afirma Taillardat.

La tercera razón tiene que ver con el enfoque actual hacia el desarrollo de soluciones de inversión más adaptadas a las necesidades específicas de cada cliente: “El smart beta y la inversión factorial ofrecen una mayor flexibilidad para proporcionar soluciones más customizadas. Por ejemplo, tenemos clientes que nos piden productos que se ajusten a demandas ESG, como la reducción de la huella de carbono”, explica el experto.

En resumen, Taillardat afirma que “es el trabajo de los gestores activos demostrar que son capaces de generar alfa”, mientras que afirma que, con los productos de beta inteligente, “no se trata tanto de crear alfa como de generar una rentabilidad robusta en el largo plazo, al tiempo que ofrecen diversificación”. Bajo su punto de vista, lo que deben tener claro los inversores que quieran componer una cartera a partir de productos de smart beta y factor investing es tener previamente “una buena comprensión de lo que se quiere conseguir con la inversión; no existe una única solución que lo haga bien en todos los escenarios de mercado, lo importante es construir una cartera de acuerdo con las expectativas que manejen los inversores”.