Joaquín Ferrer, responsable de Producto en Europa de Mutuactivos, observa tres vientos de cola que favorecen la transición en la sustitución de las fuentes fósiles por renovables. De un lado, el mero hecho de que el precio del petróleo suba “facilita” ese camino; de otro, “la garantía de suministro que proporcionan estas fuentes alternativas” y, por último, dado que el sistema de fijación de precios de electricidad en Europa es marginalista y la tecnología más cara fija el precio en cada hora, el mayor precio del gas utilizado en los ciclos combinados favorece la generación de electricidad y el encarecimiento de las renovables.
Explica que, dado que “es poco realista concebir una situación en la que toda la electricidad venga de fuentes renovables”, el gas “seguramente sea la opción menos mala, ya que emite menos CO2 que otras fuentes, como el carbón o el fueloil”, dejando aparte la nuclear.
Desde el punto de vista económico, “si pensamos en los sistemas de generación eléctrica en Europa, casi todos son marginalistas, lo que significa que en cada franja horaria hay una subasta entre las distintas tecnologías compitiendo por cuál ofrece el precio más barato. La última tecnología que vende electricidad en esa hora es la que fija el precio para todas las demás. Lógicamente, como el gas es la tecnología más cara, porque es la que tiene un coste variable mayor, a las renovables les interesa que ese precio esté muy alto”.
Por otra parte, una vez que Europa decidió no contar con el suministro de gas por gasoducto desde Rusia, ha aumentado la dependencia del gas natural licuado, que es el que llega en metanero, con un precio generalmente más alto y, sobre todo, más volátil. Eso implica que, “si en Oriente se paga un precio más alto, a nosotros nos va a costar más dinero ese gas” pero “conforme aumente la oferta de GNL y mejoren las infraestructuras de importación en Europa, esperamos que ese problema será menos acuciante”.
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