Los peligros son varios y afectan no solamente al cliente que decide confiar su dinero a entidades de este tipo, sino que también a la supervivencia del propio modelo de negocio de la gestora.
El caso Woodford obliga a la pregunta: ¿cuáles son los riesgos de invertir en entidades con modelos que dependen exclusivamente de un gestor estrella? ¿Cuáles son las lecciones que se pueden extraer de lo ocurrido? ¿Merece la pena confiar el dinero a este tipo de gestores? Existen pros y contras. “Entre los pros, es cierto que el cliente se siente cómodo con la identificación del profesional que le está gestionando su capital. El horizonte temporal suele ser más amplio para el gestor (se le da más tiempo) y la mimetización y entendimiento del proceso de inversión es mayor. Cuando el gestor es famoso crea una vinculación muy fuerte y transforma a sus clientes en apóstoles que le seguirán al lugar donde vaya a predicar. Aquí radica el problema principal”, afirman desde el IEB.
Pero esta creación del concepto de apóstol no sería el único inconveniente. Tal y como indican desde la escuela de negocios, los riesgos de invertir en entidades que dependen de un gestor estrella son varios, tanto para el cliente como para la propia entidad. “La fuga del gestor amenaza con hacer tambalear la relación, la marca pasa de la gestora al gestor (no se admite que otro gestor se ocupe del fondo), existe el riesgo de que se produzca un exceso de masa crítica (que podría atraer más de lo que puede gestionar y se acabe muriendo de éxito) y también el peligro de endiosamiento del gestor”, señalan.
El endiosamiento del gestor no se limita a una mera cuestión de ego, sino al hecho de que un exceso de confianza le lleve a tomar decisiones imprudentes que pongan en peligro el dinero de sus clientes. Lo sucedido con Neil Woodford es un claro ejemplo de ello. Tras su marcha de Invesco, el gestor –uno de los más reputados del Reino Unido- fundó su propia boutique, Woodford Investment Management. Su éxito fue muy importante. En apenas tres años captó más de 10.000 millones de euros.
Su gusto por los negocios pequeños y a menudo ilíquidos, unido al importante porcentaje de la cartera que destinó a este tipo de inversiones, fue su condena, después de que los malos resultados registrados durante varios años por su fondo estrella provocase que muchos de sus clientes le retirasen su confianza, provocando fuertes salidas de dinero que obligaron a Woodford a suspender de forma inmediata tanto suscripciones como reembolsos. El resultado: clientes atrapados y reputación del gestor por los suelos.
El caso es que las dependencias solamente de un gestor hacen elevar el riesgo reputacional. Según David Cienfuegos, responsable del negocio de inversiones en España de Willis Towers Watson, a la hora de analizar a las entidades que cimentan su negocio sobre la figura de un gestor estrella, la clave está en estudiar cómo incorporan la cultura al diseño de su organización. “Tener un plan estratégico es fantástico, pero implementarlo con una cultura equivocada es un arma de destrucción masiva. La cultura que antepone las decisiones del gestor a las de la organización son las que acaban en tragedia. No puedes permitir que tu ingeniero jefe dicte cómo se gestiona la empresa”, advierte.
“Si pensamos que el concepto de gestor de autor es el modelo de éxito del futuro, me temo que no hemos visto cómo los ordenadores están batiendo a cualquier humano, a máquinas haciendo unos diagnósticos médicos mucho más certeros que los humanos… Todas las industrias se están viendo afectadas de un modo u otro. La tecnología va a jugar un papel fundamental y pensar que la industria de gestión de activos va a ser inmune a esa tendencia es ilusorio. Es tanto como decir: no utilizo la tecnología, ni las herramientas que hoy hay a mi disposición, pero tengo al ingeniero más listo del mundo y, por lo tanto, mi empresa va a tener siempre éxito. Saber cuál es la cultura que las organizaciones quieren implementar dentro de su proceso es clave”, indica el experto. A su juicio, la figura de un gestor experto es un elemento necesario para el éxito futuro de una entidad, pero no suficiente.
“Asignar el éxito de una gestora a una única persona siempre ha sido un error. Un negocio de gestión de activos al final del día sigue siendo un negocio. Lo importante es que existan procesos para proteger a la entidad contra decisiones no suficientemente fundamentadas del gestor. ¿Por qué está de moda la inclusión y la diversidad en las empresas? Porque aporta valor. Los gestores estrella suelen rodearse de personas que piensen igual que esa persona. Si todos están entrenados para pensar de la misma manera… ¿sacarán ideas suficientemente innovadoras para sortear los charcos que a menudo plantea el mercado? Cuando se van a tomar decisiones, hacerlo teniendo en cuenta la visión de un equipo en el que exista diversidad cognitiva hace más probable que tomes en consideración muchos más factores que posiblemente antes no contemplabas”.
El estatus de gestor estrella de Woodford se lo labró durante 25 años batiendo al mercado. Sus resultados históricos han sido su gran aval pero, tal y como reza el famoso disclaimer, rentabilidades pasadas en ningún caso garantizan rentabilidades futuras. Su primer año como responsable de la boutique fue espectacular, al haber logrado un retorno del 18%, frente al 2% de la Bolsa de Londres, si bien durante los dos siguientes las pérdidas acumuladas alcanzaron el 30%, lo que acabó con la paciencia de muchos de sus clientes. Si Woodford hubiese contado internamente con mecanismos que hubiesen hecho saltar las alarmas probablemente no se encontraría en esta situación… ni él ni sus clientes.