Carla Bergareche analiza los motivos que hacen esperar de 2022 un año menos próspero que el anterior, además de explicar cómo se deberían preparar las carteras en consecuencia. Comentario patrocinado por Schroders.
TRIBUNA de Carla Bergareche, directora general para España y Portugal, Schroders. Comentario patrocinado por Schroders.
“Un hecho sin precedentes”. Así es como podemos describir todo lo sucedido desde la llegada del COVID-19. No obstante, en 2021 se comenzó a retomar el control de la situación, especialmente, gracias a que el éxito de las vacunas favoreció la recuperación económica global. A partir de entonces, se ha experimentado una recuperación en forma de V, apoyada principalmente por el respaldo del gasto público y los bajos tipos de interés. Pero también la inflación ha ido aumentando, han surgido nuevas variantes del virus y los problemas en las cadenas de suministros han provocado una crisis de existencias a nivel mundial. Ante este escenario, ¿qué podemos esperar para 2022?
Cabe destacar que es poco probable que 2022 sea tan próspero como 2021, aunque habrá factores muy positivos que seguirán fomentando el crecimiento durante este año. Por ejemplo, el aumento del gasto proveniente del ahorro familiar acumulado en el confinamiento, un crecimiento del capex de las empresas o la recuperación de los inventarios a medida que mejora la situación en las cadenas de suministros.
Pero, por supuesto, este ejercicio no estará exento de retos. En este sentido, la palabra ‘inflación’ resuena como el fenómeno más temido. Y no es para menos, ya que durante 2021 la inflación experimentó la subida más rápida de los últimos 30 años. Además, el precio del petróleo sigue sin estabilizarse y, desde Schroders, pensamos que la normalización de las cadenas de suministros no llegará hasta mediados de 2022, en parte debido a la falta de mano de obra. En nuestro escenario base, prevemos que la inflación se vaya moderando a lo largo del año y, aunque los salarios aumenten, este incremento se verá compensado por la mejora de la productividad empresarial.
También habrá que tener en cuenta la evolución del avance de la pandemia, con la nueva variante Ómicron, y su efecto en la actividad económica ya que impactará en las medidas de emergencia puestas en marcha por los bancos centrales y los gobiernos para mitigar la crisis y en su velocidad de reducción. Creemos que los bancos centrales reducirán los estímulos de manera gradual.
¿Cómo debemos preparar nuestras carteras?
Pese a que el impulso de los beneficios ha tocado techo y las valoraciones están cerca de sus máximos históricos, la renta variable es el segmento que sigue ofreciendo oportunidades más atractivas para los inversores. Asimismo, hay una serie de factores estructurales que seguirán reforzando las oportunidades de inversión que ofrecen algunas megatendencias. Por ejemplo, la sostenibilidad en la alimentación y el agua, el cambio climático, la transición energética, el cambio demográfico, la innovación sanitaria, la digitalización, la automatización y la urbanización están aumentado su relevancia exponencialmente.
Por el lado de la renta fija, de momento, infraponderamos los bonos, y las oportunidades más atractivas las encontramos en Asia y en crédito de alto rendimiento sobre todo en Europa. También creemos que es importante diversificar las carteras con otros activos como los alternativos.
Sin duda, 2022 será el año de la disrupción, de las grandes dudas sobre la inflación y de un ritmo de recuperación económica global desigual. Todo ello nos recuerda, una vez más, la importancia de diversificar las carteras y, si cabe, ser aún más selectivos a la hora de invertir, sea cual sea el mercado.