TRIBUNA de Lorenzo de Benito Lobo, Susana de los Ríos Sastre y Laura Lazcano Benito, grupo de Investigación en Behavioral Finance, Universidad Pontificia Comillas (ICAI-ICADE).
TRIBUNA de Lorenzo de Benito Lobo, Susana de los Ríos Sastre y Laura Lazcano Benito, grupo de Investigación en Behavioral Finance, Universidad Pontificia Comillas (ICAI-ICADE).
Imagine que le proponemos un juego sencillo que consiste en sacar una bola de una bolsa en la que existen el mismo número de bolas rojas y negras. Usted sólo tiene que elegir el color antes de extraer la bola de la bolsa, y si acierta, ganará una suma de dinero de 5.000 euros. En primer lugar, debe elegir el color y, en esa situación se le formula la siguiente pregunta: ¿cuánto dinero estaría dispuesto a pagar, como máximo, por participar en este juego? La respuesta parece sencilla, dado que la proporción de bolas rojas y negras es de 50% cada una, por lo que, el valor esperado o esperanza matemática sería el resultado de multiplicar los 5.000 euros del premio por la probabilidad de acertar (50%). Así pues, un jugador racional estaría dispuesto a pagar como máximo una cantidad inferior a 2.500 euros.
El color de la bola que ha elegido no es relevante a efectos de influencia en el resultado del juego. Sin embargo, es bastante probable que haya elegido la bola roja. Los resultados de la encuesta del Índice de Confianza del Inversor Institucional (ICII) del mes de enero así lo ponen de manifiesto, ya que nueve de cada diez partícipes eligieron la bola de ese color. Como ya se sabe, los colores tienen una indudable influencia en la toma de decisiones a nivel subconsciente.
Ahora bien, si modificáramos la configuración del juego anterior de tal forma que el jugador no supiese la proporción de bolas rojas y negras que hay en la bolsa, antes de decidir cuánto dinero apostaría como máximo, parece lógico que la cantidad máxima que el jugador estaría dispuesto a pagar sería inferior a la del juego anterior. Habría que pensar que existen 101 posibles combinaciones de bolas negras y rojas, es decir, ninguna bola roja y 100 negras, 1 roja y 99 negras, y así sucesivamente, hasta 100 rojas y ninguna negra. Si le asignamos un valor como hemos hecho en el primer párrafo a cada combinación y calculamos la media de estos valores, en principio ninguna distribución es más probable que otra, siendo el resultado medio de 2.500 euros, exactamente el mismo importe que en el ejemplo inicial.
No obstante, por alguna razón no nos sentimos tan cómodos al tomar la decisión en este segundo escenario. En la citada encuesta a los inversores institucionales del mercado español les ocurre algo similar, puesto que la cantidad que en media están dispuestos a pagar es aproximadamente 400 euros menos que en el primer juego. La razón que hace que esta cantidad que estamos dispuestos a pagar sea inferior se debe a la incertidumbre, que no debe confundirse con el riesgo en la toma de decisiones.
Elaboración propia a partir de los datos recopilados en la encuesta del Índice de Confianza del Inversor Institucional, enero 2018.
Los juegos que se han presentado son una adaptación de la conocida paradoja de Ellsberg que, entre otros, utiliza en sus clases de finanzas en la escuela de negocios del MIT el profesor Andrew W. Lo, ha presentado recientemente en su libro titulado The Adaptive Markets Hypothesis (2017). En dicha publicación se explica claramente la diferencia entre los conceptos de riesgo e incertidumbre knightiana que introdujo el economista Frank Knight a principios del siglo XX.
Sin entrar en una explicación exhaustiva, la principal diferencia entre estos conceptos radica en que el riesgo es, en cierto modo, cuantificable. En el mundo de las finanzas y más concretamente de la gestión patrimonial, existen técnicas que ayudan a estimar dicho riesgo, como pueden ser: la varianza o la desviación típica, el Value at Risk, por citar algunos. No obstante, en el caso de la incertidumbre no es posible, al menos de forma directa, realizar estimaciones similares generando una mayor aversión a la hora de tomar decisiones. De hecho, a pesar de que sepamos que la esperanza matemática de ambos juegos es equivalente, lo habitual es estar dispuesto a invertir menos dinero en el segundo supuesto.
Ahora bien, ¿y si quien ha hecho la distribución de las bolas ya sabía que los jugadores optarían de forma mayoritaria por el color rojo?, ¿y si quien ha hecho la distribución sabe que el anterior hecho es conocido por una parte de los jugadores que apostarán en contra y optarán por el negro? Podría decirse que ese 40% de diferencia en el “precio” entre ambos juegos, al que se ha hecho alusión anteriormente, es la prima que pagarían de manera subconsciente por el mero hecho de conocer las probabilidades.
A modo de conclusión, recordamos que es importante distinguir riesgo e incertidumbre, así como ser consciente de que la diferencia entre ambos términos puede influir en la toma de decisiones, de las que dependen los rendimientos de las carteras gestionadas.