TRIBUNA de Valentijn van Neuwenhuijzen, director de Estrategia y Asignación de activos en ING IM.
Los bucles de retroalimentación entre la economía, los mercados financieros y la sensibilidad de los hogares parecen haber desempeñado un papel importante en esto, pero la dirección de la causalidad y el grado de influencia sigue siendo difícil de evaluar, ya que son bastante inestables en el tiempo. Parece justo decir, sin embargo, que la teoría económica y las predicciones de sus desarrolladores no han sido capaces de anticipar lo que la economía global y los mercados financieros han experimentado en los últimos cinco años. Peor aún, ni siquiera saben cómo explicar la dinámica observada después de los hechos ("ex-post"). Sencillamente, el comportamiento de la economía y los mercados financieros ha sido mucho más volátil e irregular que lo que los actuales modelos de la teoría de las finanzas son capaces de describir.
Es evidente que esto ofrece un desafío fascinante para todos los que trabajan para evaluar lo que se puede aprender de esta experiencia y ver cómo nuestra visión del mundo ("modelos") tiene que adaptarse a un mejor "ajuste" a la realidad. Esto es, sin duda, más fácil de decir que de hacer. Pero, se podría comenzar el análisis viendo qué teorías lo han hecho mejor; por lo menos describiendo algunas de las dinámicas correctamente o acertando ciertos movimientos del mercado, incluso si el tamaño del impacto fue subestimado.
En este sentido, la opinión más (neo)clásica de la economía, donde es la oferta la que siempre impulsa el rendimiento económico y el equilibrio en el sistema se restaura rápidamente, lo tiene muy complicado para explicar los altos déficit presupuestarios y las políticas monetarias expansivas sin precedentes, en combinación con la caída de tasas de tipos y el alza de la presión, no tangible, sobre la inflación. El análisis post-keynesiano que se basa en la suposición de fricción en el sistema económico (reacciones retardadas a noticias, rigidez de los precios) por lo menos apunta en la misma dirección que la evolución de la inflación y las tasas de interés recientemente observadas.
Con esta visión del mundo, pueden surgir y aún persisten, expectativas de equilibrio deprimidas; sólo hay que pensar en la "trampa de liquidez" de Krugman donde la barrera (nominal) de tipos a cero, impide que las tasas de interés (reales) caigan lo suficiente como para impulsar la demanda a potenciales niveles de oferta de la economía. Además, el comportamiento de "recesión en los balances" explica por qué el aumento de cargas de la deuda pública no aumenta las tasas de interés en un entorno donde el sector privado se centra en la minimización de la deuda, más que en el consumo y maximización de beneficios, por lo que deprime la demanda final aumentando el ahorro en mayor medida de lo que el gobierno aumenta su endeudamiento.
La implicación empírica sería que las políticas que impulsaran la demanda tendrían un efecto “crowding out” (a mayores tipos, menor demanda del sector privado) menor, siempre y cuando la economía continuara en depresión. Siguiendo en esta línea de pensamiento, no podemos olvidar que un menor riesgo de efectos de segunda ronda sobre la inflación debido a la infrautilización de capital y trabajo, también tiene un menor “poder de precios” sobre sus servicios.
Esto es básicamente lo que hemos estado viendo en el entorno “new-normal” de los últimos años, donde los datos de crecimiento nos han decepcionado una y otra vez (debido a que las políticas fiscales restrictivas no se compensaron con el aumento de demanda por parte del sector privado, tal y como lo esperaban los pensadores neo-clásicos), los tipos han caído y la inflación se ha contenido. Aun así, la ciencia económica sigue siendo una ciencia lúgubre y seguramente se necesiten muchas más pruebas empíricas antes de que se calme el actual debate sobre el funcionamiento de la economía y dejen de cuestionarse los ajustes óptimos que tendrían que llevarse a cabo.
En este camino hacia la plena comprensión de las dinámicas que gobiernan nuestras vidas económicas, otro giro interesante está por venir. En Japón se está desarrollando un nuevo experimento de la vida real; los políticos han decidido cambiar de marcha y pasar a una combinación de políticas mucho más expansivas que las de los últimos 15 años, con las que el país se había estancado en un entorno deflacionario. El nuevo Primer Ministro Abe, se desvió completamente de la internacionalmente popular agenda de austeridad, combinando un nuevo paquete de estímulo fiscal y peleando para que el banco central también ayudara a reflotar la economía japonesa.
El Banco de Japón (BoJ), anunció que además de aumentar su objetivo de inflación del 1% al 2%, se unía a un programa de QE hasta que el nuevo objetivo de inflación se considerara alcanzable. Además de eso hubo un comunicado conjunto del gobierno y el BoJ haciendo hincapié en que se llevaría a cabo la cooperación mutua para superar la deflación y confirmó las revisiones periódicas sobre los "avances en la aplicación de las políticas macroeconómicas, incluida la política monetaria".
A pesar de que esto le restará algo de independencia al banco central, y que generará preocupación en determinados círculos políticos y académicos, lo más interesante es ver si realmente funcionará. En un mundo en que tanto el modelo operativo de la economía como las mecánicas que pueden ajustar el motor de la economía, se han colocado en una posición mucho más incierta, un nuevo experimento puede proporcionar evidencia empírica muy útil en el éxito o fracaso de una determinada filosofía o proceso.
Si la economía japonesa sorprende al alza en el 2013 y se comienza a vislumbrar el fin de la deflación, sería una prueba más de que existe un equilibrio de “expectativas deprimidas” que comienza a emerger. Esto sugeriría que se necesitan más políticas que impulsen la demanda y aumentar el compromiso de los responsables políticos de Japón y, posiblemente, de otras partes del mundo, para conseguir una agenda más intervencionista en lugar de austera.
En nuestra opinión, sería un gran apoyo para el crecimiento mundial en el período 2013-14 y se traduciría en una importante fortaleza para los beneficios empresariales y la rentabilidad de los activos con más riesgo. Por ahora sigue siendo un riesgo positivo en nuestro escenario base más moderado, pero es muy probable que ocurra. No hace cegarnos a la posibilidad de que falle el enfoque de la política actual en Japón y las consecuencias en el crecimiento y el sentimiento de los mercados financieros que se derivaría de ello.
Sin duda, la situación sería más confusa que otra cosa, porque significaría que aún no se ha encontrado el elixir político para eliminar la deflación y se necesitarían otras innovaciones en el pensamiento económico para conseguir que no sólo Japón, sino también la economía mundial encuentre un camino hacia un crecimiento sostenible.