El modelo de banca cooperativa, el acierto de un siglo

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Joel Filipe (Unsplash)

Quién iba a decir en los albores del otoño de 2007, que cuatro años más tarde el mapa financiero mundial hoy iba a ser el que es. Muchas cosas han pasado desde entonces en el mundo y en nuestro país, pero el sentimiento generalizado es la necesidad de volver a modos de hacer de antaño y recuperar la esencia de las cosas, el famoso back to basic. Desde el sector de las cooperativas de crédito, la labor está siendo ciertamente fácil puesto que determinados factores han actuado como barrera que ha evitado la pérdida de la esencia de la banca minorista, lo que les está permitiendo sobrellevar las consecuencias de la crisis quizás bastante mejor que a otras entidades.

Veamos por qué. En palabras de Stiglitz y Weiss, los bancos aparecen como consecuencia de la existencia de una asimetría de información entre prestamistas y prestatarios. En el caso de las cooperativas de crédito, o bancos cooperativos como somos conocidos en el resto de mundo, la causa es la misma, pero los orígenes son más humildes ya que surgen como mecanismo para combatir la exclusión financiera en zonas industriales, en la mayoría de Europa, y en el caso de España, dado el retraso sufrido en materia industrial, en zonas rurales. Y es que pensemos en la Europa del siglo XIX en la que la asimetría de la información a la que aludimos aún era mayor en zonas alejadas de las sedes de los bancos de la época, de forma que en ese momento, sin redes de comunicación ni de infraestructuras, el concepto de lejanía era muy distinto al que tenemos hoy en día. A ello hay que unir las dificultades técnicas para asegurar el buen fin de los contratos y la frenética actividad de los usureros que suponían unos tipos de interés elevadísimos.

Aunque existe cierta polémica sobre la primera cooperativa de crédito constituida en España, ya que determinados autores señalan como tal a la cooperativa de crédito de Amusco en Palencia, otros a la extremeña de Almendralejo y algunos consideran que el antecedente más remoto del cooperativismo de crédito se remonta a 1895 con la cooperativa Manantial de Crédito, sobre lo que no existe ninguna duda es sobre la bondad de un modelo que ya ha cumplido un siglo y que está demostrando su validez, una vez más, con ocasión de la que ya está siendo denominada como la gran crisis. Desde la Unacc mantenemos que la fortaleza de las cooperativas de crédito proviene de su propia esencia, del modelo de negocio que siguen y de su propia gobernanza, hecho aún más destacable en estos días en los que, tras el estallido de la crisis, se considera perentorio el reforzamiento del gobierno corporativo de determinadas entidades.

El modelo de negocio

Una de las principales características que definen a una entidad de crédito es su modelo de negocio. En esencia y, tras la experiencia de esta crisis, existen dos modelos básicos: el modelo de originar para distribuir (OTD, originate to distribute), y el modelo de originar para mantener (OTH, originate to hold), que es el modelo de las cooperativas de crédito. Durante esta crisis se ha llegado a la conclusión de que el modelo OTD desincentiva la vigilancia y seguimiento de los prestamistas sobre los préstamos concedidos, dado que, a la postre y mediante la titulización, los riesgos inherentes a los mismos van a ser transferidos al resto del sistema financiero. De hecho, este modelo ha sido acusado de haber exacerbado las consecuencias de la crisis de las subprime, iniciada en los Estados Unidos, al diseminar el riesgo por todo el sector financiero mundial.