La reciente aprobación por el Gobierno de la Ley de medidas para la transformación digital del sistema financiero (más familiarmente, Ley del sandbox) ha sido recibida con manifestaciones de júbilo, en mi opinión, desproporcionadas. El pensamiento mágico no se ajusta bien a las necesidades de la regulación financiera y, para que la ventanilla financiera única que la ley crea, permita efectivamente una rápida evaluación inicial de proyectos, el establecimiento de protocolos entre supervisor y promotor interesado y otros, no basta con escribir esa ventanilla: habrá que dotar al supervisor, cuyos equipos tienen ya una notable carga de trabajo, de medios y equipos adicionales con que poblar la ventanilla. Sin esa dotación, el sandbox no pasa de ser un plan. Y como todo plan, cuanto más se demore su ejecución, más habrá cambiado la realidad que pretende alterar, y menos capaz irá siendo de lograrlo.
El verdadero sandbox

Maria Gracia Rubio
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