La vela hay que velarla, y si no guardarla

jaime
Máximo García

Que me perdonen los fans de la Fórmula 1, pero hay un deporte aún más fascinante e innovador que tiene en la Copa América su máximo exponente: la vela. Las virtudes de este deporte son infinitas pero, sin duda, puede suponer una fuente inagotable de inspiración para muchos de los problemas a los que nos enfrentamos, incluso en algo tan banal como nuestra industria.

Si algo tiene claro todo el mundo es que la tecnología cambiará las reglas de juego en los próximos años y el asesoramiento financiero será completamente diferente a tal y como lo conocemos. La era de la digitalización traerá consigo la necesidad de un rol más activo de las entidades en busca de la fidelización de un cliente con acceso a muchísima información, con posibilidad de comparar y elegir. Las entidades tendrán que invertir en poder leer toda esa información, traduciendo en oportunidades de negocio datos ilegibles a día de hoy. Es la virtud y desgracia de nuestros días, hay demasiada información ahí fuera, demasiadas cosas que interpretar y analizar. La gestión y uso de la información es un problema creciente y que marcará las diferencias entre entidades financieras.

Junto a este reto, hay otro: la interacción. La relación con el cliente se hará de manera totalmente distinta a través de otros canales, algunos todavía desconocidos. Nuestros padres siguen teniendo su Manolo “el del banco” y nosotros ya sólo hablamos con “passwords” y “log-ins”. ¿Quién sabe con quién hablarán nuestros hijos? Lo que está claro es que las cosas cambian y el adaptarse es un reto y un coste.

Si uno lo piensa fríamente, la burbuja “puntocom” no fue tal, y me explico. La revolución que ha supuesto Internet en todos los negocios es un hecho que nadie duda hoy en día, y si lo analizamos en detalle, el gran problema que hubo (aparte del “calentón”, por supuesto) estuvo en el “timing”, en el ritmo en el que se pensaba que los cambios se iban a producir. Numerosas compañías asumieron el riesgo de ser las primeras, con el coste que eso supuso. Son, por tanto, dos retos: acertar en la dirección del viento y en el momento de ceñir el barco. Larry Ellison, ganador de la Copa América y CEO de Oracle ya lo dijo una vez: “La tecnología es la industria más influenciada por las modas, más incluso que la ropa de mujer”. En las regatas de vela hay una máxima, y es que “no siempre el barco más rápido es el que llega el primero”. No siempre el camino más corto es el camino directo, hay que encontrar el “buen viento”, no el viento más fuerte. Es el problema del juego de la tecnología, si lo juegas lo tienes que hacer asumiendo los riesgos que implica. La vela hay que velarla, y si no guardarla.