¿Las máquinas dominan el mercado? El inversor retail se puede defender

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Desde los últimos años del siglo pasado, la importancia y relevancia de las operaciones de trading de alta frecuencia (HFT en sus siglas en inglés) ha ido creciendo paulatinamente hasta alcanzar un 73% del volumen del mercado de acciones. A su vez, su sofisticación y rapidez se han ido desarrollando hasta el punto de poder mandar miles de órdenes a mercado en tan solo unos milisegundos, así como la complejidad de los algoritmos que los alimentan.

Este tipo de operativa fue en parte responsable de la mayor caída en puntos del Dow Jones Industrial el 6 de Mayo del 2010, llegando a caer cerca de 1.000 puntos, para recuperarlos casi en su totalidad alrededor de 20 minutos después.

Cabe pensar que el pequeño inversor tiene un entorno mucho más difícil para poder sacar provecho de su dinero ahora que hace unos años. Desde el punto de vista de la inversión colectiva, hemos visto una fuerte evolución en la tipología de la oferta de producto para responder a las necesidades. Desde los comienzos de la industria, en los que predominaban fondos puros, de bajo tracking error, y poca capacidad de reacción ante las adversidades, hemos ido evolucionando hacia otros con gran capacidad de flexibilidad de movimientos y sin prácticamente limitaciones de activos y mercados.

Si bien el principal argumento para delegar el asset allocation de una cartera a un gestor puede considerarse que es el elevado grado de expertise del mismo, en este escenario cobra especial relevancia otro: la capacidad y las herramientas para reaccionar mucho antes a un movimiento: por muy experto que un inversor retail sea o pueda considerarse, desde el momento que toma la decisión de realizar cambios en su cartera hasta que estos se producen, la velocidad del movimiento se lo habrá llevado por delante.

Bajo este prisma, las nuevas generaciones de producto se encaminan hacia aquellos que además de flexibilidad, implementan un exhaustivo modelo de control de riesgo: CPPI, niveles máximos de volatilidad o de drawdown, estrategias descorrelacionadoras, etc. Básicamente, lo que se adquiere es un mayor compromiso con el cliente: en caso de las cosas vayan mal, la cartera se ajustará de tal forma que no sobrepase dicho compromiso, con un componente adicional que le suele faltar al inversor particular, disciplina.

Por tanto, si bien la primera impresión es que el pequeño inversor no tiene mecanismos de defensa frente a las máquinas, la inversión colectiva puede ser la mejor herramienta para conseguirlo.