TRIBUNA de Javier Martínez López, director de Consultoría Estratégica y Productos Estructurados de A&G Banca Privada.
Desde el inversor más conservador hasta aquel que tiene menor aversión al riesgo, puede utilizar los productos estructurados para aportar mayor equilibrio y diversificación a su cartera.
Los mercados financieros están atravesando una fase de incertidumbre y volatilidad, pasando de escenarios catastrofistas, a una sensación de recuperación casi inmediata. En el entorno actual de volatilidad, la atención global se mantiene concentrada en los mercados emergentes. Los movimientos más intensos del mercado se han producido por decisiones de política cambiaria en China y por caídas del precio de las materias primas, especialmente del petróleo.
La reciente incorporación de la divisa china como moneda de reserva por el fondo monetario internacional y su clara intención de seguir una política prudente no ha evitado la creciente presión sobre el renminbi, según indica la caída de reservas y las salidas de capitales en China. Los inversores siguen a la espera de que la cotización del petróleo encuentre un suelo y muestre señales de normalización.
En Europa y Estados unidos las perspectivas macro son más favorables que hace un año y deberían apoyar una estabilización de los mercados en 2016. La Reserva Federal norteamericana continúa con su plan de subidas de tipos de interés apoyada en una mejoría de su economía. No obstante, 2016 es año electoral en Estados Unidos, y un bajo precio del petróleo podría aportar dificultad al proceso.
En Europa parte de los riesgos más temidos, como la deflación o salida de Grecia del euro, se han suavizado, y el Banco Central Europeo ha demostrado un claro compromiso para tomar las medidas necesarias para apoyar la recuperación.
Por tanto el año 2016, donde seguiremos en un entorno de tipos forzosamente bajos, debería ser un año de estabilización de los mercados. Aunque la inestabilidad instalada en los mismos nos obliga a ser más cautelosos, originales y creativos, para aprovechar las oportunidades que se presenten sin una exposición desprotegida al riesgo.
Ante la necesidad de conocer, delimitar y gestionar los riesgos inherentes a la inversión, muchos inversores profesionales están acudiendo a los productos estructurados como instrumento de inversión que permita la determinación a priori de los objetivos de riesgo y rentabilidad.
Los productos estructurados son vehículos financieros que participan de la evolución de un amplio espectro de activos subyacentes con la posibilidad de proteger el capital, o evitar sufrir pérdidas ante volatilidades naturales o extremas de los mercados. Pueden utilizarse como complemento o como alternativa a las inversiones tradicionales directas en renta variable y renta fija, por lo que el inversor puede combinar distintas clases de activos hasta conseguir la solución que se mejor se adapte a su necesidad específica de riesgo y rentabilidad y sus expectativas de retorno. Desde el inversor más conservador hasta el que tiene menor aversión al riesgo pueden encontrar en ellos un refugio para conferir un mayor equilibrio y diversificación a su cartera.
Los profesionales en estructuración financiera optimizan el ratio riesgo-rentabilidad del inversor combinando los ingredientes principales como volatilidad de los mercados, correlación entre activos subyacentes, gestión de tipos y cobertura de divisas. Así cada inversor puede aprovechar de forma ágil y personalizada los movimientos de los mercados, establecer márgenes confortables de protección y fijar objetivos de rentabilidad.
Hasta ahora, el mayor inconveniente de estos productos radicaba en la complejidad de su diseño, en los volúmenes elevados de inversión exigidos y en la falta de liquidez. Esto producía distancia y desconfianza de los inversores. Actualmente ya existen diversas entidades internacionales que están trabajando activamente para una nueva generación de productos estructurados que gozan de mayor transparencia y liquidez. La clave es apoyarse en plataformas tecnológicas de última generación que proporcionen un mejor servicio durante la vida del producto, con seguimiento continuo, información sobre eventos corporativos, además de crear un auténtico mercado secundario que aporta liquidez real. Así ya es posible encontrar en el mercado plataformas que facilitan calculadoras de productos estructurados que autogeneran simulaciones muy fiables sobre el producto final. Los volúmenes mínimos de inversión en algunos de estos productos se ha reducido hasta los 100.000 euros por emisión.
Algo no siempre observado que debe vigilar el inversor es el riesgo emisor, ya que los certificados y notas emitidos, se convierten bien en instrumentos de deuda al portador, en certificados o bien en el contenido de un depósito estructurado. En este sentido, elegir emisores de calidad o “investment grade” siempre aportará consistencia y garantía al producto final. Debe evitarse por tanto, ser deslumbrados por el efectismo de emisores de baja calidad que ofrecen mayores retornos ante productos similares.
Es posible encontrar soluciones que incorporan adicionalmente protección contra el riesgo de quiebra del emisor, los productos con colateral seguro. Consiste en un sistema innovador de protección que elimina todo riesgo de contrapartida. Su funcionamiento radica en que el emisor deposita efectivo o valores líquidos, como colateral, valorándose diariamente. El valor del colateral lo define la cámara de liquidación y compensación. En el caso que el valor cayese por debajo del colchón asignado, el emisor estaría obligado a añadir colateral adicional. Y si se produjera el evento de quiebra del emisor, la cámara liquidaría el colateral y lo entregaría al tenedor del bono o certificado. El sistema, por tanto, elimina de forma eficaz el temido riesgo del emisor proporcionando un auténtico “airbag” financiero.
La cúspide de la crisis financiera se produjo hace ya más de siete años, con la quiebra de Lehman Brothers el 15 de septiembre de 2008. Desde entonces las entidades más sensibilizadas con la estructuración han trabajado en la versatilidad de estos productos y en trasladar más información al inversor final. Sus principales ventajas son la personalización de la inversión, diversificación de activos, identificación y control de riesgos, retornos conocidos a priori o participación acelerada en la evolución de los activos. El principal inconveniente es un mercado secundario más reducido ante necesidades de liquidez.
En los momentos donde la incertidumbre y volatilidad se apodera de los mercados, la inversión a través de productos estructurados permite al inversor establecer objetivos de rentabilidad concretos incorporando un filtro de control de los riesgos inherentes a los mismos. Los inversores más conservadores siempre podrán optar por la protección total o parcial del capital, alargando los plazos y suavizando sus expectativas de retorno.