TRIBUNA de Mike Turner, director de Multigestión en Aberdeen AM.
Cuando invertimos, es fácil que caigamos en malos hábitos y que tomemos decisiones desacertadas si nos dejamos llevar por los motivos equivocados. El primer paso para evitarlo es conocer las trampas y las tentaciones que acechan al incauto inversor. Los siete pecados capitales fueron formulados por las enseñanzas cristianas para que los fieles fueran conscientes de cuáles eran los vicios naturales del hombre: lujuria, gula, avaricia, pereza, ira, envidia y soberbia. A continuación, vamos a adaptar los siete pecados capitales al mundo de la inversión multiactivos, poniendo de manifiesto cuáles son las tendencias más extendidas que deberemos evitar si queremos ofrecer una rentabilidad estable a nuestros clientes. Esperamos que la idea de los pecados capitales sirva para explicar nuestra visión del mundo y de la inversión multiactivos de una manera divertida y útil a la vez.
1. La lujuria. No se deje seducir por los cantos de sirena de la inversión a corto plazo.
Puede parecer que la inversión a largo plazo constituye una estrategia obvia, pero resulta sorprendente el número tan reducido de inversores que se deciden a adoptarla. El ritmo tan rápido al que se mueve el mundo actual nos incita a desear una gratificación inmediata. La perspectiva de obtener una ganancia inmediata provoca que el inversor intente predecir el comportamiento de un sector o de un valor determinado (normalmente con desastrosos resultados) o que se lance a invertir en los valores de moda cuando ya es demasiado tarde.
Por otro lado, la prisa por materializar los beneficios nos puede llevar a vender activos de calidad mucho antes de que alcancen su valor razonable. Las continuas entradas y salidas de mercados o clases de activos pueden indicar que al inversor le apasiona invertir de forma activa, pero con frecuencia lo que genera son pérdidas, además de los inevitables costes de transacción. Un enfoque de inversión más prudente, que consiga hacer frente a las subidas y bajadas del mercado a lo largo de los años, y no de las semanas, casi siempre va a resultar más fructífero (y más barato) en el largo plazo.
2. La gula. En lo que se refiere a información, menos suele ser más.
La actual sobrecarga de datos a los que podemos acceder nos puede llegar a saturar. Pero un análisis no tiene por qué ser más eficaz sólo por contener mucha información. Los marcos analíticos simples pero disciplinados pueden ser los más sólidos. Por ejemplo, a la hora de analizar las clases de activos, el enfoque más sencillo consiste en examinar su rentabilidad y sus perspectivas de crecimiento. Si las valoraciones están altas (y, por tanto, las rentabilidades bajas), lo más probable es que dichas valoraciones caigan (lo que hará que las rentabilidades suban). Por el contrario, si las rentabilidades son elevadas es muy probable que disminuyan, lo que hará caer las valoraciones.
Un inversor debe ser disciplinado y eliminar las «interferencias» del mercado, lo que también significa que deberá resistir la tentación de cambiar sus bases de valoración cada vez que se imponga una nueva moda. La burbuja de las puntocom hizo perder mucho dinero a mucha gente, que en lugar de preocuparse por analizar la tesorería de una empresa, se dejó llevar por los criterios de valoración que se habían puesto de moda, como el número de personas que visitaban una página de internet en particular. Si queremos tomar las decisiones adecuadas en materia de inversión, debemos mantener unas bases sólidas y sencillas a la hora de elegir los valores de renta fija y renta variable en los que queremos invertir.
3. La avaricia. Probablemente, es mejor no invertir cuando lo haga todo el mundo.
Ya se trate de renta variable, renta fija o bienes inmuebles, debemos tener cuidado con la avaricia de las masas. Cuando un sector aumenta de manera vertiginosa y los inversores se lanzan a invertir en él a cualquier precio, puede ser el momento de apartarse, o de empezar a vender discretamente. Por el contrario, las épocas de convulsión y rescates económicos pueden resultar provechosas para aquellos inversores inteligentes y selectivos que saben lo que quieren comprar y por qué. No obstante, la paciencia es primordial. Usted puede estar muy convenido del valor de una empresa o clase de activo en concreto, pero a los demás les puede llevar un tiempo ser de su misma opinión.
Mientras tanto, puede ser que los precios no le resulten favorables, lo que le exigirá fortaleza mental para mantener su posición. También se exige disciplina para mantener el equilibrio de su cartera de inversión. Cuando todo el mundo invierte en renta variable, podríamos vernos tentados a sacrificar nuestra exposición a renta fija. Pero si lo hiciéramos estaríamos también eliminando nuestra diversificación de riesgos. Invierta donde invierta, hágalo por las razones adecuadas.
4. La pereza. En la inversión no hay atajos.
Invertir es fácil. Entender en lo que se está invirtiendo ya es otra cosa. Las carteras multiactivos de Aberdeen sólo invierten en lo que realmente conocemos y nos gusta. En la inversión en renta variable fundamental, ello implica esforzarse en entender de primera mano todas las empresas: descubrir por qué son rentables y cómo se puede mantener esa rentabilidad en el futuro. Y en renta fija no nos fijamos únicamente en la rentabilidad, sino que la evaluamos con respecto a otros criterios de valoración, como las tasas de impago y la naturaleza subyacente de la empresa y el sector (o la economía). Este arduo trabajo es el que nos permite entender realmente cuál debería ser la valoración adecuada para una inversión.
Desde ciertos puntos de vista, la pereza es uno de los mejores pecados. Si hemos tomado una decisión de inversión adecuada, suele ser mejor que dejemos crecer la posición sin preocuparnos demasiado y sin someterla a transacciones excesivas. Así que no debemos dejarnos vencer por la pereza a la hora de analizar concienzudamente los valores en los que queremos invertir, pero podemos sentarnos a descansar una vez que hayamos una tomado una decisión adecuada a largo plazo.
5. La ira. La diversificación es fundamental para poder mantener la calma, incluso en mercados volátiles.
Los mercados están cayendo, la perspectiva es desoladora, todo el mundo vende. Pero si su cartera está suficientemente diversificada se puede permitir estar tranquilo. Son raras las ocasiones en las que la mayoría de las clases de activos caen de manera simultánea (como ocurrió en la crisis mundial de crédito del año 2008); lo habitual es que sea un proceso de idas y venidas. Cuando la renta variable cae y se recortan los tipos de interés, lo más probable es que su exposición a renta fija se mantenga firme. De igual modo, si la inflación amenaza con aumentar, su exposición a renta variable y a materias primas le resultará muy útil, aun cuando sus posiciones en reta fija se desplomen.
La ira e impredecibilidad de los mercados pueden ser enormes. Para protegerse de ellas, lo mejor es invertir en los activos de mayor calidad que podamos encontrar entre las clases de activo con una baja correlación entre sí.
6. La envidia. Imitar al índice es la peor forma de ser halagado.
Los inversores que se aferran a un índice de referencia están cometiendo uno de los pecados capitales de los inversores «activos». Este comportamiento, especialmente entre los inversores profesionales, está provocado en gran medida por el miedo. Después de todo, si sigues tu índice de referencia no te pueden despedir por obtener una rentabilidad inferior. El pecado de esta actitud está en que es vaga e irreflexiva. Significa que el inversor invierte sólo en activos que han obtenido buenos resultados en el pasado, y no en aquellos que pueden obtenerlos en el futuro (las acciones entran a formar parte de un índice cuando sus resultados han sido favorables y salen cuando no lo son).
A la hora de construir una cartera puede ser buena idea prestar poca o ninguna atención a los índices de mercado e invertir en aquellos activos que ofrecen el mejor potencial de rentabilidad futura con un nivel adecuado de riesgo. Así, el inversor es libre de invertir en aquellos valores que ha analizado y no tiene obligación de invertir en valores determinados por el solo hecho de formar parte de un índice. Las actuales estrategias multiactivos no evalúan su rendimiento en relación con un índice de mercado relativo, sino en relación con el concepto tangible y absoluto de rentabilidad exenta de riesgos, como si se tratara de efectivo. En opinión de muchos inversores con alto grado de aversión al riesgo, ése sí que es un índice al que merece la pena batir.
7. La soberbia. El exceso de confianza precede a la caída.
El exceso de confianza forma parte del instinto de supervivencia. En un estudio de una revista sueca de psicología, el 93% de los motoristas estadounidenses se consideraban conductores «por encima de la media». La tendencia natural de confiar en exceso en las propias capacidades resulta nefasta para los inversores, ya que les lleva a hacer valoraciones basadas en información insuficiente, a sobrestimar la exactitud de sus predicciones y a creer que no van a cometer los mismos errores que los demás. Por eso los inversores con exceso de confianza suelen cometer los mismos errores una y otra vez.
Y lo que es más: el exceso de confianza continúa aun cuando los errores cometidos evidencian la equivocación de las valoraciones realizadas. En estos casos, los inversores suelen echarle la culpa a circunstancias que escapan de su control. Así, es probable que un inversor se atribuya el mérito cuando uno de los activos de su cartera suba, pero que lo achaque a circunstancias imprevistas si el activo cae. Independientemente de la confianza en sí mismo que usted tenga, obtendrá mejores resultados si se plantea por qué puede estar equivocado en lugar de intentar demostrar que está en lo cierto.
Conclusión
Ser un inversor «virtuoso» supone sin duda un desafío. Le obliga a: dominar el comportamiento impulsivo, eliminar las interferencias y modas del mercado, realizar análisis exhaustivos y mantener la calma sean cuales sean las condiciones del mercado Si conoce los vicios que debe evitar, le resultará un poco más fácil cultivar estos buenos hábitos.
Mantener la perspectiva es fundamental. Sobre todo en los mercados de inversión, en los que el instinto y los sentimientos consiguen anular con demasiada frecuencia el sentido y la lógica. Por eso esperamos que este artículo sirva para recordar a todo aquél que desea comprar o vender una inversión que debe pararse, estudiar y pensárselo muy bien antes de tomar ninguna decisión.