La reunión del BCE del próximo 5 de junio es una de las más esperadas de los últimos tiempos y podría tener importantes consecuencias. La visión de consenso es que el BCE anunciará otra rebaja de los tipos de interés de referencia junto con un nuevo programa de compra de activos del sector privado. Hay razones de peso que justifican las acciones del BCE, ya que las presiones desinflacionistas que amenazan la economía europea mantienen el crecimiento de los precios en niveles muy inferiores al objetivo de inflación, del 2%. Mario Draghi y los miembros del consejo de gobierno del banco central se han propuesto romper esa tendencia y confían en que las nuevas medidas conseguirán reactivar el crédito, con el objetivo de estimular el crecimiento y generar mayores niveles de inflación.
Pese a la importancia del anuncio de un programa de compra de activos, me interesa más la posibilidad de que el BCE decida recortar el tipo de interés de la facilidad de depósito, dado que cualquier rebaja llevaría el tipo de interés a territorio negativo. Es decir, los bancos europeos tendrían que 'pagarle' al BCE, en forma de tipos de interés negativos, por depositar sus excedentes de reservas. Es probable que esos mismos bancos se vean forzados a reducir el tipo de interés que pagan a sus depositantes y que, en algunos casos, opten por imponerles también tipos de interés negativos.
El objetivo de esta versión extrema de política monetaria ultralaxa es estimular la inversión en activos financieros frente a los depósitos o al efectivo. La 'huida' del efectivo se viene produciendo desde el periodo más negro de la crisis soberana europea y ha beneficiado a todos los segmentos del mercado de renta fija, una tendencia que se verá acelerada si los depósitos acaban registrando tipos de interés negativos. Los inversores más aversos al riesgo, que se decantan por el efectivo, se enfrentan a un dilema: ¿es mejor mantener el efectivo en un depósito y pagar el coste asociado o aceptar algo de riesgo para obtener rentabilidad? Si tenemos en cuenta las bajísimas rentabilidades que ofrecen los bonos a corto plazo y los instrumentos del mercado monetario, los inversores aversos al riesgo no tienen mucho donde elegir.