Por qué una fuerte caída de mercado no confirma una recesión: lecciones de 1999

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David Besh, Unsplash

No hay manera de enmascararlo. La foto final de 2018 revela una escena catastrófica para los mercados en general, donde la única esperanza estuvo en la liquidez. Y con las fuertes caídas en bonos y bolsa, se han redoblado los augurios sobre lo cerca que está la próxima recesión. Al fin y al cabo, ya han pasado 10 años desde la última. 

¿Qué hay de cierto en estos temores? Lo cierto es que hay señales en el mercado que incitan a pensar en esa crisis inminente. Como estos dos gráficos que compartió Curtis Evans, director de inversiones en renta fija europea de Fidelity, en un evento reciente en Madrid. El spread entre el crédito americano y su renta variable se ha ensanchado notablemente en los últimos 12 meses. Y revisando los libros de historia, eso fue un precursor a la crisis de 2008.

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O este otro ejemplo que recopilan desde Aberdeen Standard Investments. Como se aprecia a continuación, las probabilidades de una recesión en los próximos 12 meses se ha disparado en el último año; una tendencia común a las anteriores crisis. Aunque desde la gestora se apresuran en señalar que sigue por debajo del 50% y que los indicadores de desequilibrios clásicos, como el inmobiliario o endeudamiento, siguen moderados.

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Así, es comprensible que los inversores arranquen el año con la sensación de estar de nuevo en el primer trimestre de 2009: arrollados por los malos resultados del año anterior. Pero quizás el sentimiento pesimista se haya exagerado. Para Mark Tinker, responsable de AXA IM Framlington Equities Asia, el momento actual le recuerda más al arranque de 1999.

Un viaje al pasado

El mercado pasó por un shock importante en el tercer trimestre de 1998 cando el fondo cuantitativo Long Term Capital Management (LTCM) reventó tras un default de la deuda rusa. “Más tarde se describiría su estrategia como recoger peniques en frente de una apisonadora”, cuenta Tinker. La clave no es que invirtiesen en deuda rusa, sino que estaban cortos de Tesoro americano para financiar carry trades “seguros”, como bonos hipotecarios daneses. Cuando Rusia impagó, el Tesoro se disparó en un movimiento de huida hacia el refugio y LTCM y similares se apresuraron a vender sus cortos. También se vieron obligados a deshacerse de sus activos “seguros”. “Pero desafortunadamente la baja volatilidad de estos activos enmascaraba una falta absoluta de liquidez”, explica Tinker. 

Esta historia viene al caso porque las ventas forzosas desencadenan fuertes caídas de precios y, en algunos casos, la liquidación. ¿Le suena a 2008? Por algo será. No es la primera vez que el riesgo se mide por la volatilidad y olvidando las referencias a la liquidez y el apalancamiento. “Es irónico que se siga usando la volatilidad como medida principal”, apunta el experto de AXA IM. 

El problema es que, al igual que pasó en 1999, los pronosticadores macro estén generando un bucle de negatividad: interpretando las caídas en bonos y bolsas como una previsión de menor actividad económica y argumentando entonces que la corrección debe ser mayor. 

La inversión de la curva del Tesoro americano es otro indicador clásico a la hora de hablar de recesiones. Pero como insiste Tinker “ es una condición necesaria pero no suficiente”. Con otra reflexión sobre el pasado, Tinker recuerda sus tiempos como estratega en el sell side. En el tercer trimestre de 1998 se hablaba del “Armageddon Económico” tras una caída del 25% en los bonos a 10 años americanos y del 20% en la bolsa. Al final, la supuesta recesión se quedó en una predicción más de los economistas. 

Como conclusión, basta con recordar la frase del economista Paul Samuelson: “El mercado ha predicho nueve de las últimas cinco recesiones”.