Aunque en lo que va de 2017 los mercados de renta variable se han mantenido estables, bajo la superficie están produciéndose cambios importantes en los que los movimientos sectoriales están jugando un papel fundamental.
Desde el final de la crisis financiera mundial, los inversores han disfrutado de buenas rentabilidades en los mercados de renta variable. El periodo posterior a la crisis también ha estado marcado por altos niveles de correlación dentro de la renta variable, con valores de distintas compañías moviéndose de forma similar. Al mismo tiempo, la confianza de los inversores ha alternado entre la esperanza de que la recuperación progresase adecuadamente y el temor a una recaída inminente. Este comportamiento de predisposición/aversión al riesgo (risk-on/risk off) ha sido la nota dominante en el panorama de la inversión durante tanto tiempo que –hasta hace pocos meses– muchos han llegado a considerarlo un factor permanente.
Durante la segunda mitad del ejercicio, los valores comenzaron a evolucionar de forma independiente los unos de los otros, y se amplió también la dispersión de las rentabilidades por sectores (o lo que es lo mismo, las diferencias en la evolución de unos sectores con respecto a los otros). Este fenómeno ha estado motivado principalmente por las alzas repentinas de determinados sectores: las finanzas (gracias al incremento de los tipos de interés y el aumento de las expectativas de desregulación en EE.UU.) y la energía y los materiales (a raíz de la recuperación continuada en los precios de las materias primas). Dichos movimientos sectoriales también han contribuido a explicar el mejor comportamiento de los títulos value frente a los growth en la segunda mitad de 2016.
Aunque en lo que va de 2017 los mercados de renta variable se han mantenido relativamente estables, bajo la superficie están produciéndose cambios importantes en los que los movimientos sectoriales están jugando un papel fundamental. Los valores de los sectores de la energía y los materiales han repuntado a raíz del incremento en los precios de las materias primas. Por su parte, los títulos financieros se han disparado repentinamente impulsados por la deflación y las expectativas relativas a las políticas monetarias. La buena evolución combinada de estos dos ámbitos ha generado una dispersión significativa en las rentabilidades por sectores en la mayoría de ámbitos de la renta variable.
Las correlaciones entre valores están también reduciéndose, aunque dicha tendencia podría finalizar una vez que los movimientos sectoriales terminen por estabilizarse. ¿Qué nos indican los factores internos de los mercados con el incremento de las correlaciones y la reducción de la dispersión? En J.P.Morgan AM responden a esta pregunta. Según explican, dichos movimientos podrían ser indicativos de que los inversores están volviendo a establecer diferenciaciones en el nivel de los valores ahora que las preocupaciones macroeconómicas del periodo postcrisis se disipan. “En contra de lo que cabría esperar, todo este movimiento en los mercados de valores ha generado de hecho un periodo de notable calma en el espectro de los índices. Mientras que de media en el primer trimestre del año se registran 18 días en los cuales el S&P 500 sube o baja de más del 1%, esto únicamente ha sucedido en dos jornadas durante el primer trimestre de este año”.
No obstante, en la gestora consideran que aún no está claro si dicho patrón se prolongará en los próximos trimestres. “Los grandes movimientos sectoriales han jugado un papel crucial en la ruptura de las correlaciones que hemos presenciado y, a medida que las subidas repentinas en dichos sectores remitan, dichas correlaciones podrían volver a incrementarse. Sin embargo, si estas correlaciones permanecen en niveles bajos, podríamos encontrarnos ante un nuevo régimen en el cual los inversores se mostrarían menos preocupados por la inestabilidad macroeconómica y más interesados en los factores específicos de cada empresa a la hora de realizar sus asignaciones. De ser este el caso, los gestores activos podrían disfrutar de un conjunto de oportunidades más amplio que en el pasado, y la inversión en value podría verse mejor recompensada que en los últimos años”.
En J.P.Morgan AM creen que, una vez superado el ciclo en el que los mercados han proporcionado a los inversores excelentes rentabilidades, la clave para los próximos años podría residir más en generar alfa dentro de los índices de valores que en esperar que el conjunto del mercado evolucione al alza. “En caso de que las condiciones actuales se mantengan, el conjunto de oportunidades accesible a través de un enfoque de selección de valores activos podría ser más atractivo que en los últimos años e incluso mejorar las probabilidades de que los gestores más experimentados obtengan rentabilidades superiores. Es probable que en este escenario la rentabilidad de los títulos value y los sectores cíclicos se sitúe por encima de la media”.
En caso de que la disposición a diferenciar entre valores sea un reflejo de la mayor confianza en la resistencia del ciclo económico mundial, en la entidad entiende que pronto podrían activarse nuevos flujos que imprimirían un dinamismo adicional al repunte del mercado de renta variable. “Si los acontecimientos se desarrollan de esta manera, es probable que la rentabilidad de los títulos growth que los inversores tienden a adquirir cuando el crecimiento es escaso sea deficiente”.