Durante los últimos tres años -mucho antes de la crisis del COVID-19- Pascal Blanqué, recientemente nombrado presidente del Amundi Institute, ha venido defendiendo un cambio de régimen macrofinanciero, impulsado inicialmente por el retroceso del comercio mundial como principal motor del crecimiento global. Posteriormente, llegó la inflación, que empujó, aún más, hacia un mundo más fragmentado en medio de las diferentes exposiciones de los países a la dinámica de los precios y el diferente margen de acción de los bancos centrales.
“La crisis del COVID-19 ha actuado como un acelerador de las tendencias, debido a su huella de desglobalización y a los cuellos de botella implícitos en la cadena de suministro. Muchos catalizadores del crecimiento se han consolidado, mientras que el modelo de banco central unificado ha terminado. Ya no prevemos un ciclo económico mundial sincronizado. Más bien, podemos observar ciclos regionales y una creciente fragmentación a nivel nacional, lo que sugiere que el riesgo país ha regresado con fuerza”, señala el experto.
Más recientemente, la guerra entre Rusia y Ucrania ha reforzado los argumentos a favor de las divergencias entre países al añadir el riesgo geopolítico a la mezcla y al impulsar la inflación de forma desigual debido a los diferentes impactos derivados del aumento de los precios de las materias primas.
Análisis de tendencias
En medio de estas transformaciones excepcionales, Blanqué entiende que ahora es un buen momento para analizar las tendencias a largo plazo y las lecciones del pasado en relación con los rendimientos absolutos y relativos (tanto para los activos seguros como para los de riesgo) y respecto a las ventajas y las trampas de la diversificación.
“Si miramos al pasado, ya hemos visto cambios inesperados en una correlación bastante asentada o en una dinámica de rendimiento que han llevado a los inversores a replantearse su enfoque de asignación de activos. En 2008, durante la Gran Crisis Financiera, los inversores pensaron que estaban diversificados entre las clases de activos en el punto álgido, pero no lo estaban en el fondo, ya que la mayoría de las clases de activos resultaron estar correlacionadas con un único factor. De ahí que la diversificación por clases de activos aportara pocos beneficios durante lo peor de la crisis, cuando los únicos diversificadores reales eran los activos refugio, como los bonos del Tesoro de EE.UU. y el oro”, recuerda Blanqué.
Según explica, el entusiasmo inicial de los inversores por la asignación basada en factores se ha traducido en cierta decepción, ya que las políticas monetarias poco ortodoxas han debilitado posiblemente, al menos temporalmente, el poder de la diversificación por factores. “Más recientemente, las métricas de correlación tradicionales han empezado a romperse frente a la inflación (por ejemplo, la correlación entre la renta variable y los bonos del Estado se volvió positiva) cuestionando aún más el marco de diversificación tradicional”, advierte.
Revisión del marco de asignación estratégica de activos
En su opinión, el actual cambio de régimen de alta inflación tendrá implicaciones clave para los inversores. “Con el aumento de la fragmentación y la disminución de la correlación entre países, los beneficios de la diversificación global están volviendo a ser el centro de atención, tras haberse visto gravemente debilitados por la correlación efectiva de las carteras globales con el factor único del comercio mundial”.
Para Blanqué, en un escenario tan fragmentado, caracterizado por una inflación elevada y creciente, los rendimientos reales cobrarán protagonismo, ya que los inversores buscarán fuentes de rendimientos reales positivos y exposición a activos que estén correlacionados positivamente con la inflación. En este contexto, considera que los inversores deberían revisar su marco de asignación estratégica de activos y centrarse en tres aspectos:
Los activos seguros resultarán no ser tan seguros como los inversores piensan y requerirán que estos amplíen su universo de inversión en la búsqueda de protección contra la inflación
“Es hora de reconsiderar el papel de los bonos soberanos en la asignación de activos, ya que probablemente decepcionarán a los inversores en el nuevo régimen y buscarán fuentes adicionales de rendimientos positivos reales. Deberían reducirse las asignaciones core a los bonos soberanos, y los inversores deberían buscar activos regionales con potencial para ofrecer rendimientos reales positivos y valores ligados a la inflación”, recomienda.
En general, cree que el cambio de régimen implicará rendimientos reales bajos/negativos en activos seguros con una volatilidad potencialmente mayor, pero también una mayor diversificación entre los rendimientos reales de los bonos soberanos en las distintas regiones donde los ciclos económicos y los riesgos geopolíticos difieren. “Esto exige revisar la asignación de bonos de los países core con la incorporación de bonos de países emergentes que pueden proporcionar tipos reales positivos en algunas economías emergentes, donde el endurecimiento monetario está cerca de su punto máximo en lo que respecta a la dinámica de la inflación, y también en bonos ligados a la inflación, para buscar protección contra la misma”.
La renta variable global y el inmobiliario merecen una mayor asignación y deberían obtener mayores beneficios de la diversificación internacional
“La mayor fragmentación del ciclo económico y la reorganización geopolítica harán que aumente la dispersión de los rendimientos entre países tras varias décadas de "integración dormida" impulsada por el elevado co-movimiento del riesgo mundial. Por lo tanto, en un mundo de rendimientos reales bajos para los activos seguros, los inversores deberían aumentar su asignación a los activos de riesgo, siempre que amplíen su perspectiva global (incluidos los mercados emergentes) y, además, añadan activos reales”, señala.
La correlación de los activos seguros frente a los de riesgo se está volviendo positiva, ya que el factor de la inflación impulsa ambas clases de activos
“Por lo tanto, los inversores deberían considerar buscar estructuralmente aumentar la diversificación analizando activos reales, oro, divisas y estrategias de inversión que presenten una baja correlación con la renta variable y los bonos”, concluye.