Dos tendencias han revolucionado la manera en la que se invierte: la inversión con criterios sostenibles y la gestión pasiva. Dos maneras distintas de entender cómo se compone una cartera. Y, ¿necesariamente contrarias? Es decir, ¿ser gestión pasiva necesariamente significa ser un inversor pasivo? Porque, al final, si uno está limitado a comprar todo lo que lleva un índice, tiene poco espacio de maniobra para la buena gobernanza o el activismo. Un reciente estudio de DWS pregunta a los inversores institucionales.
La primera gran conclusión es que ninguna de las dos tendencias se va a frenar. Tres de cada cuatro de los encuestados prevé que los fondos pasivos van a consolidarse como parte core de las carteras de las pensiones. Aunque ahora solo suponen un 35% de los activos en pensiones a nivel mundial. La gestión pasiva está asumiendo el rol de generación de beta mientras que las estrategias especializadas o ilíquidas son las encargadas de generar alpha. De momento esta cambio ha tocado solo a la renta variable y la renta fija. Según DWS, la siguiente oleada se expandirá a activos reales, materias primas y fondos multi-activos. El auge de la gestión pasiva ya es estructural.
Y a la vez más de la mitad asegura que el stewardship (gobernanza) es muy importante. Pero por naturaleza la gestión pasiva no puede ni generar alpha y sus gestores votar con los pies. Por eso, detectan desde DWS, los fondos de pensiones están haciendo esfuerzos en materia de gobernanza. De hecho, como se aprecia en el gráfico a continuación, es un elemento clave en la selección de fondos indexados, Más que el domicilio del fondo.
Es algo esencial ya que la concentración en la industria de los indexados da a sus gestores la escala y el alcance necesario para ejercitar su voz. Muchas gestoras pasivas están entre los accionistas de referencia de las firmas que tienen en cartera. Y tienen un voto decisivo en las mayores cotizadas de todos los mercados clave.
Los proveedores de fondos índices trabajarán mano a mano con las pensiones para la gobernanza. En sus manos está actuar como agentes del cambio y ser vistos por las compañías en las que invierten como un accionista activo.
Pero de momento es una tarea aún pendiente para las gestoras. Los más escépticos creen que los gestores pasivos tienen mucho que hacer antes de ponerse al nivel de los gestores activos. Y los más cínicos dudan de su posible activismo teniendo en cuenta el número y rango de las compañías que los índices cubren. Porque una consecuencia del número de compañías en los índices es el auge del voto a través de proxys. Es una práctica que dificulta señalar responsabilidades, con poca transparencia. Demasiado mecánico.
Pero pese a los detractores, la tendencia es imparable. “El auge de los fondos pasivos y la ISR no es una coincidencia”, asegura uno de los encuestados. Tal es el esfuerzo que los credenciales de las firmas en buena gobernanza es ya un elemento importante en la selección. La normativa de países como Francia, Suiza, o Japón está más refinado que en otros. “Los fondos de pensiones europeos quieren asegurar que sus gestores de índices son plenamente conscientes de las leyes y costumbres locales”, explican desde DWS.
La nueva guerra de la gestión pasiva ya no está en las comisiones sino en la sostenibilidad. Con el tiempo, ven desde DWS, se exigirá a los fondos pasivos el mismo nivel de gobernanza que sus homólogos activos. Su capacidad de entablar relaciones con las compañías será la clave de la competencia futura.