Los mercados de crédito han capeado casi sin despeinarse una de las peores crisis económicas de la historia. Oleadas de impagos como la vivida en la crisis de 2008 se desatan en momentos de shock de liquidez. Cuando los inversores optan por retirarse a la liquidez y deshacen con fuerza sus posiciones. Esto genera una espiral negativa de ventas forzosas que solo exacerba el problema. Pero descontando casos aislados en el sector energético, la deuda corporativa resistió en 2020. “Y estuvimos en la cúspide de lo que podría haber sido la peor ola jamás vivida allá por marzo de 2020”, reconoce Justin Jewell, gestor del Bluebay Global High Yield Bond Fund. “Si no hubiera sido por la brutal intervención de los bancos centrales”.
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