La Reserva Federal compró 300.000 millones de dólares en bonos del Tesoro en la primera ronda del Quantitative Easing (marzo-octubre de 2009), 600.000 millones en la segunda ronda del QE (noviembre 2010-junio de 2011) y posteriormente cambió bonos a corto plazo por bonos a largo plazo en la Operación Twist (septiembre-diciembre de 2011). En diciembre, la autoridad monetaria reanudó las compras directas por 45.000 millones de dólares al mes que, junto con los 40.000 millones mensuales ligados al MBS, suman 85.000. ¿Cuál ha sido el impacto exacto que estas operaciones han tenido en la rentabilidad de los treasuries?
Según el presidente de la Fed, Ben Bernanke, el efecto acumulativo de todas estas acciones en lo que respecta a la rentabilidad del bono de Estados Unidos a 10 años ha sido de entre 65 y 120 puntos básicos. De acuerdo con las estimaciones del equipo de Análisis y Estrategia de AXA Investment Managers detalladas en su último informe de Investment Spotlight, el impacto habría sido de 100 puntos básicos. “No vemos una urgencia inmediata por la cual la Fed deba detener sus programas de Quantitative Easing”, si bien en la firma simulan tres escenarios en los que el banco central pudiera poner fin a dichas operaciones.
En el primer escenario, la autoridad monetaria dejaría de comprar bonos en septiembre de 2013, lo que supondría financiar el 64% del déficit del gobierno para el actual año fiscal. En este caso, el porcentaje en manos de la Fed aumentaría del 30% al 35% provocando un impacto en la rentabilidad del bono de entre 15 y 20 puntos básicos. El segundo escenario apunta a que el banco central pararía de comprar deuda en diciembre, en cuyo caso el impacto sobre la rentabilidad se ampliaría hasta los 25-30 puntos básicos. El último escenario sería la paralización en marzo de 2014, por lo que la presión a la baja sobre el bono sería mayor.
Sea como fuere, en AXA IM creen que es de esperar una mayor volatilidad hasta que el Comité Federal del Mercado Abierto (FOMC) transmita un mensaje claro a los mercados sobre sus intenciones con respecto a los programas de flexibilización. “El pasado mes de diciembre, la deuda pública estadounidense parecía cara. Tras el aumento de las rentabilidades, los mercados están en modo de espera hasta que se resuelvan las tensiones internas en la FOMC sobre el futuro de los QE. La sobrevaloración de los bonos del Tesoro de Estados Unidos es evidente, por lo que preferimos mantener una posición negativa sobre el activo teniendo en cuenta que el riesgo está sesgado hacia mayores rentabilidades del bono”.
En opinión de la gestora francesa, en 2013 las tasas fueron empujadas hacia abajo como consecuencia de la extensión de los efectos de la crisis de deuda de la eurozona. “Nuestras simulaciones apuntan a que los bajos niveles alcanzados el año pasado no se repetirán. En este sentido, cualquier desaceleración gradual en el ritmo de compras por parte de la Fed o una fecha de finalización del programa del QE más temprana de lo previsto contribuiría a elevar las rentabilidades hasta niveles más normales”. De hecho, el objetivo actual para finales de año es que la rentabilidad del bono estadounidense a 10 años cierre el año en el 2,3%, con el riesgo de que pueda irse aún más allá.