De cómo una gestora está utilizando el big data para detectar señales tempranas de cambios en la inflación

Big data
Luke Chesser, Unsplash

¿Va a volver la inflación? Es el tema que actualmente está centrando las conversaciones de las gestoras con sus clientes, algo lógico teniendo en cuenta que la política monetaria aplicada por los bancos centrales puede afectar de manera importante a la evolución de los precios y esto condicionar el comportamiento de los mercados financieros. Algunas gestoras están apoyándose en herramientas de big data para tratar de predecir hacia dónde va la inflación. Es el caso de Amundi.

La firma ha estado trabajando activamente para hallar indicadores que puedan ayudar a predecir una potencial sorpresa al alza. “Lo hemos hecho mediante la recopilación de una serie histórica semanal de palabras relacionadas con la inflación, como por ejemplo IPC oro e inflación, petróleo e inflación de Google Trends, creando nuestro Inflation Focus Track Index”, explica Pascal Blanqué, director de Inversiones en Amundi, quien revela exactamente en qué consiste el proceso.

“Consideramos la popularidad de estas palabras en la web, calculamos el poder estadístico integrado en ellas para predecir la dinámica de los precios, y, finalmente, definimos un marco a través del que mapeamos periodos de tiempo en los que la concentración de la web en temas de inflación era alta o baja. Actualmente, este indicador señala una estabilización temporal del enfoque en la inflación debido a la recesión y al miedo a nuevos confinamientos”, señala el experto.

Según Blanqué, eventualmente podría surgir una nueva narrativa sobre una mayor inflación y, a la par, podría tomar forma un nuevo orden, de forma similar a como sucedió en los años 70 (ya que la desglobalización viene con la monetización de la deuda). “Podría decirse que los cambios en las narrativas y en los regímenes son la única secuencia en la que los inversores pueden extraer valor de forma sistemática, dado que el resto de las veces tienen que enfrentarse a mercados más eficientes que no les permitirán hacerlo”.

En su opinión, en este proceso de ajuste, los inversores deberían evitar pautas de asignación de activos estrictas y mantener un alto nivel de flexibilidad y liquidez para aprovechar las oportunidades que surgen de las ineficiencias y la dislocación. “En este sentido, la habilidad para identificar las primeras señales y patrones de estos cambios es crucial”, advierte. “Por ello, es probable que el big data y la inteligencia artificial se vuelvan más importantes en el mundo de la inversión, pues abren la posibilidad de rastrear estos patrones y de utilizarlos para entender y hacer mejores previsiones de las tendencias”.

En lo que concierne a la inflación, Blanqué cree que, dado que la visibilidad en torno a los efectos secundarios estructurales del COVID-19 es escasa y considerando que los datos disponibles son limitados, los inversores deberían buscar técnicas de análisis innovadoras en el big data, utilizando los indicadores de alta frecuencia que puedan ofrecer perspectivas que capturen los primeros cambios y que anticipen las tendencias.

“Para los inversores, esta fase ha de gestionarse con cuidado (no pueden ignorar el día después), pero también deben ser cautos y selectivos. En la batalla de las imágenes y las narrativas, aún no han desaparecido aquellas vinculadas al COVID-19. Tan solo se han desplazado a un segundo plano. Es posible que resurjan ante el estallido de una nueva fase en la crisis y que, al mismo tiempo, un nuevo orden comience su fase inicial”, concluye.