TRIBUNA de Javier Alfonso Rillo, miembro del Equipo de Gestión de Ibercaja Patrimonio, asociado de EFPA número 5.542 y finalista del concurso de abril de EFPA y Funds People.
La deuda total en el mundo occidental (Estados, empresas y consumidores) es tan elevada que parece bastante improbable que pueda ser pagada si no se acelera el crecimiento económico anémico de los últimos años. El mandato general de los bancos centrales hasta antes del inicio de la crisis económico-financiera en el año 2007 había sido, en términos generales, lograr la estabilidad de precios. Sin embargo, como consecuencia de la fuerte presión ejercida por los gobiernos en los últimos años, los objetivos han cambiado: mayor crecimiento económico, menor desempleo, estabilidad financiera y, por supuesto, mantener la inflación controlada. Las cuentas públicas ya no permiten impulsar nuevos planes fiscales expansivos y los acreedores ya no están dispuestos a financiarlos.
Aquí entra el concepto de represión financiera, es decir, los bancos centrales han fijado unos tipos de interés muy reducidos para “facilitar” la refinanciación de esa deuda, penalizando al ahorrador y favoreciendo una subida del precio de activos financieros (bolsa de EEUU en máximos históricos).
El último experimento monetario lo ha emprendido Japón, anunciando que va a doblar la base monetaria (dinero en circulación) en dos años, pasando el balance de representar el 33% del PIB al 60%. Además, se ha marcado un objetivo de inflación del 2%. Tanto la depreciación del yen como el aumento de la inflación van a provocar retornos reales negativos para los inversores en su deuda, desincentivando la inversión extranjera, provocando un menor apetito por financiar el 230% de deuda pública sobre PIB. Hace diez años, la tasa de ahorro era positiva y financiaba el volumen de deuda pública. Como consecuencia del envejecimiento poblacional, la tasa de ahorro está próxima a ser negativa y aumenta la dependencia del exterior. Así, ¿quién financiará los planes de estímulo? El Banco Central de Japón con expansión monetaria que acabará provocando inflación, lo que obligará al gobierno a subir tipos. En 2012, el 40% de los ingresos tuvieron como destino el pago de intereses. Si subieran los tipos 300 puntos básicos, el 80% de los ingresos tendría como destino el pago de intereses.
A pesar de la enorme expansión de los balances de los bancos centrales, la recuperación en la economía real ha sido débil. Buena parte se explica por unos consumidores demasiado endeudados, un sector empresarial que no puede o no desea invertir y un sistema financiero en un proceso de recapitalización y desapalancamiento continuo. Cinco países de la eurozona ya han recibido algún tipo de asistencia financiera, el último de ellos Chipre, en el que se ha puesto en duda el dinero de los depositantes. En la eurozona hay 8 billones de euros en depósitos, y los gobiernos tienen una recaudación vía impuestos de 4,5 billones. Por lo tanto, la única forma de respetar los ahorros de los ciudadanos pasa por un sistema financiero más capitalizado y bajo el amparo de una unión bancaria que establezca una regulación común para todos los Estados miembros.