TRIBUNA de Ana Claver Gaviña, CFA, head of Europe Wholesale, Robeco. Comentario patrocinado por Robeco.
Hoy pocos dudan de la realidad de la presencia del cambio climático y sus efectos, y menos aún son conscientes de lo que podrá suponer a nivel global en unos años, con problemas sociales como la inseguridad alimentaria, fuertes desplazamientos de población, y una mayor tensión política en las regiones más vulnerables.
Sabemos de la necesidad, y tenemos herramientas y conocimiento para abordar el problema. Pero falta un mayor impulso de transferencia desde las grandes masas de capital hacia inversiones que fomenten la eficiencia, las energías renovables y su gestión, y otras soluciones enfocadas a sectores concretos con gran producción de gases de efecto invernadero en sus procesos. Según el IPCC, en los sectores clave existen otros caminos disponibles que dividirían a la mitad sus emisiones para 2030. Se estima que limitar el cambio climático a 1,5ºC costaría entre 2-4% del PIB global a 2050, cifra del todo asumible cuando entendemos las muy superiores pérdidas que supondría no lograr detener el crecimiento de las temperaturas.
La confianza que necesita el inversor deberá partir de unas políticas públicas claras. Estas deben marcar un camino donde no sólo sea necesario invertir en parques fotovoltaicos o eólicos y sus componentes, sino que también busque suministrar una capacidad de red suficiente y un almacenamiento que permita obtener el máximo potencial de estos adelantos. Una electrificación que tenga en cuenta la neutralidad tecnológica. Si bien es cierto que en políticas climáticas EE.UU. ha tomado la delantera, reaccionando a la posición hegemónica del gigante asiático en lo que a la cadena de suministro de las energías renovables se refiere, el resto de los países, y como no podía ser menos Europa, tratan de emularlo.
Sin embargo, el país norteamericano sufre el haber permitido la entrada de matices políticos en su relación con la inversión ASG. La publicación en 2022 de la Ley de Reducción de la Inflación (IRA) podría poner de acuerdo a la mayor parte de su población si logra que el paquete de subvenciones industriales y créditos fiscales fomente un crecimiento industrial sostenido, creando valor, empleo, y un mayor posicionamiento geopolítico en el largo camino que desarrollará las energías limpias.
Pues bien, un año después parece que el IRA está funcionando, sirviendo de guía y entregando fondos para la implantación local de la acción climática. Pese a que los mayores efectos se verán en 2024 y 2025, hasta ahora más de 270 nuevos proyectos han sido anunciados (132 kUSD), con los que se espera una creación de 86.000 puestos de trabajo. Una batería de acciones que, si bien en otros momentos habría sido rechazada a nivel internacional, la situación actual arrastra a otras regiones tras sus pasos.
En Europa, con menos fisuras, las políticas han apoyado generalmente la lucha contra el cambio climático. De ahí que sean los inversores y las aseguradoras europeas quienes podríamos decir que muestran mayor compromiso con el Cero Neto. En Europa el porcentaje de inversores que se ha comprometido públicamente alcanza el 37%, y un 24% está en el proceso previo, mientras que las aseguradoras alcanzan el 39% y el 28% respectivamente.
La diferencia es que son muchos los inversores europeos que consideran la inversión sostenible como el mejor interés para sus miembros y accionistas, y por tanto parte de su deber fiduciario. En este sentido el Acuerdo de París señala que el sector financiero deberá alinear los flujos financieros con el camino de la transición, acorde a la legislación creciente posterior. No obstante, no se puede olvidar que más allá del compromiso y la concienciación de gran parte de la población con el cambio climático, el fuerte crecimiento actual viene motivado por las posibilidades de un mercado en ascenso. A esto se suma la incertidumbre en la seguridad de suministro de los combustibles fósiles, algo que la transición energética con el esperado dominio de las energías renovables paliará en gran manera.
Como sabemos, el ser humano tiene la costumbre de no creer en lo que no ve, de ahí que los inversores, y el sector financiero en general, no estén valorando suficientemente los riesgos del cambio climático. A falta de claras políticas climáticas, algunos inversores se mantienen en la estrategia del 'wait -and-see', 'esperar y ver', una posición arriesgada cuando el tiempo corre siempre en su contra.
Por nuestra parte, desde Robeco reducimos nuestras emisiones propias en un 35% a 2025, y descarbonizamos nuestras carteras en un 30% para el mismo año (en un 50% a 2030), esto es una ratio de descarbonización del 7% anual. En paralelo usamos nuestra influencia como inversores para acelerar acciones climáticas en empresas y países, facilitando nuestra interacción con ellas. De igual forma participamos en la creación de estándares y políticas de mercado de la industria financiera. De no lograr mitigar los efectos del cambio climático, sufriremos graves impactos en la sociedad y la economía global. La ciencia climática es clara, el mundo necesita actuar ahora. El cambio climático supone riesgos materiales para muchos activos de las carteras de inversión estándar, pero también una gran oportunidad para quien sepa identificarla y gestionarla correctamente.