Las perspectivas en inversión sostenible de Ibercaja

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Firma: FundsPeople.

TRIBUNA de Miriam Fernandez, jefa de Inversión Temática, Ibercaja Gestión. Comentario patrocinado por el Círculo Robeco de Sostenibilidad.

Nos encontramos en un punto en el que la inversión sostenible se ha visto en entredicho, principalmente debido a las bajas rentabilidades que mostró en 2023 versus la inversión tradicional. Sin embargo, esto no quiere decir que vislumbremos el fin de esta tendencia. Probablemente, todo lo contrario. A continuación me gustaría exponer algunas reflexiones que tuvimos el placer de compartir durante el Círculo Robeco de Sostenibilidad y que vienen a colación con el tema que ocupa este texto.

Los desafíos que enfrenta la inversión sostenible

Rentabilidad

La integración de criterios ASG en la gestión de inversiones persigue la mejora del binomio rentabilidad riesgo, si bien puede hacerse desde diversas vertientes (exclusiones, temáticas de inversión, mejora operativa de la empresa, etc.). En general, podemos hablar de dos años con dificultades en rentabilidad, bien por el repunte de sectores sospechosos de ser excluidos por idearios éticos, bien por el mal comportamiento de los valores expuestos a energías limpias, especialmente en la segunda mitad del año pasado.

Regulación

Unido a ello está la incertidumbre regulatoria, que alcanza su punto álgido en 2024. Si nos fijamos tan solo en Europa, reino Unido y Estados Unidos, nuevas regulaciones, marcos y modificaciones nos esperan para el año en curso. SFDR se encuentra en el centro de una revisión total por parte de la Comisión Europea, pero cualquier cambio tendrá que esperar a la formación de la nueva Comisión en otoño tras las elecciones de junio, por lo que como pronto será en 2025 y se augura un resultado muy incierto. La consulta cubre múltiplos aspectos, quizá los más relevantes sean si SFDR está cumpliendo con sus objetivos, así como un potencial nuevo régimen de categorización/etiquetado de fondos.

Desacuerdo en las soluciones

La comunidad inversora está de acuerdo con los problemas planteados, pero todavía no existe consenso en cuanto a las soluciones. Un aspecto que nos ha dado muchos quebraderos de cabeza a los responsables de sostenibilidad es la definición de inversión sostenible según el artículo 2.17 SFDR. A este respecto, de la consulta se extrae que la mayoría está de acuerdo en que está definición es compleja e inconsistente y se encuentra en el peor de los dos mundos: entre la flexibilidad y lo prescriptivo.

De momento se ha dado solución a través de la transparencia de las metodologías de cálculo, pero esta cuestión habría que solucionarla con urgencia, en vistas que desde antes de la implementación de MiFID verde se advertían problemas en cuanto a casar los paradigmas de sostenibilidad de este reglamento con los de SFDR, y las inconsistencias se acrecientan entre SFDR, Taxonomía, MiFID II y las NEI (normas europeas de información sobre sostenibilidad) que entran en vigor a partir de este 2024.

Asimismo, las ESA el pasado diciembre publicaron cambios a los RTS para SFDR (entre otros, simplificación de folletos, nuevos PAI sociales, etc.). Y seguidamente, ESMA publicó una actualización de reglas sobre la nomenclatura de fondos que usan los términos ASG o relacionados con sostenibilidad, también pendiente de aprobación, que introduce dos cambios principales:

  1. Por un lado, requisitos de mínimos para todos los fondos que se clasifiquen como sostenibles, tomando como referencia las exclusiones de los benchmarks alineados con los Acuerdos de París.
  2. Y, por otro, sustituye el porcentaje del 50% por “significativamente” para los fondos que usen la palabra sostenible en nomenclatura.

Como se puede apreciar, todos estos desarrollos conllevarían modificaciones de calado a la hora de clasificar fondos, construir carteras y, por ende, a las expectativas de retorno y de consecución de objetivos sostenibles.

¿Qué oportunidades alberga la inversión sostenible?

A pesar de estas incertidumbres, la consideración de riesgos ambientales y sociales en la selección de activos, así como la inversión en determinadas temáticas orientadas a la consecución de objetivos sostenibles como la descarbonización de la economía, gestión de recursos escasos o el acceso generalizado a determinados servicios sigue teniendo recorrido en las carteras en base a expectativa de retorno a largo plazo. El análisis de la gobernanza de las compañías, que abarca tanto el gobierno corporativo, la ética empresarial y las controversias, también se ha demostrado clave para el performance financiero de las compañías.

Si bien todavía tardará en ganar popularidad, la Taxonomía se identifica como un referente en el desarrollo de las finanzas sostenibles a futuro en Europa. Taxonomía e inversión sostenible van de la mano, si bien el reporte no es consistente y el porcentaje de alineación de las carteras se augura bajo y concentrado en determinados sectores.

Tanto la consulta de SFDR como la etiqueta ISR francesa y la propuesta inglesa trasladan la necesidad de poner más foco en las finanzas de transición. Los malos retornos experimentados por los fondos de energías limpias nos recuerdan la virtud de la diversificación. El análisis de los planes de transición y de la mejoría en KPIs abre oportunidades de inversión en este sentido.

Los fondos con foco en biodiversidad, más allá de la temática gestión del agua y residuos, van proliferando tras la publicación del Margo Global de Biodiversidad de Kunming-Montreal y las guías de SBTN. La intersección entre el riesgo de degradación de ecosistemas y la seguridad alimentaria en el medio y largo plazo hacen necesarias inversiones, así como apoyo político y regulatorio. Las oportunidades aflorarán conforme dispongamos de datos estandarizados para analizar riesgos, oportunidades, dependencias e impactos.

Ideas de inversión para 2024

En primer lugar, vemos una segunda mitad de año muy buena para la renta fija sostenible por tener mayores duraciones. A partir de verano, comenzaremos a ver bajadas de tipos y éstas afectaran positivamente al precio de los bonos. Continuamos viendo crecimiento de la oferta y también de la demanda, sobre todo con la llegada del estándar de bono verde europeo a final de año. Por otro lado, el QT del BCE podría derivar hacia algo más activo, y comenzar a vender bonos marrones para comprar bonos verdes. En este sentido, veríamos un cambio en la cotización de los bonos que lo harían mucho mejor que sus comparables no sostenibles y recuperarían el greenium perdido durante el 2023.

Por otro lado, la exposición a energías limpias también debería beneficiarse de una relajación de tipos de interés, revirtiendo el mal performance experimentado en 2023. Pero debemos aproximar la vuelta con cautela puesto que la digestión de inventarios estaría aún en curso, falta claridad en cuanto a inflación de costes y, adicionalmente, la llegada de Trump pone en riesgo la implementación de IRA y el incremento de tensiones con China (de la cual depende el grueso de la cadena de valor de tecnologías limpias). Comenzaríamos priorizando la tenencia de desarrolladores de grandes proyectos renovables con cadenas de valor integradas y fortaleza de balance, así como aquellas compañías que se beneficien de caídas de costes de equipos/tecnologías limpias.

Por último, el sector salud es un vehículo para introducir defensividad en cartera y, al mismo tiempo, exposición a inversión sostenible. Los grandes grupos farmacéuticos están respondiendo a los procesos de engagement en relación con el acceso a medicamentos.  Si bien el sector quedó atrás en 2023, la expectativa de crecimiento de beneficios y mayores operaciones corporativas para completar cartera de medicamentos en desarrollo compensaría el ruido electoral que podría acusar momentos de volatilidad.