¿Qué hemos aprendido de la pandemia para la COP26?

Keith_Wade
Cedida por Schroders

TRIBUNA de Keith Wade, economista jefe y estratega, Schroders. Comentario patrocinado por Schroders.

Uno de los pocos efectos positivos de la pandemia de COVID-19 ha sido que el interés que ha suscitado por el medio ambiente. Además, también ha hecho patente el gran desafío que supone hacer frente a los efectos del cambio climático.

Con este telón de fondo y con el foco en la celebración de la 26ª Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (también conocida como COP26), que tendrá lugar del 31 de octubre al 12 de noviembre de 2021 en Glasgow (Escocia), la brecha de las emisiones ha cobrado protagonismo. De hecho, para limitar el aumento de temperatura en 1,5 ºC en línea con el Acuerdo de París, habría que reducir nuestras emisiones entre una cuarta parte y la mitad para el final de la década. Y, por supuesto, esto es sólo el principio, ya que habría que seguir avanzando para alcanzar el cero neto en 2050.

Ante estos datos, parece que cumplir con los objetivos del Acuerdo de París será difícil. Por ello, reconducir este acuerdo será el tema principal de la COP26, aunque no se plantee como tal. Pero ¿qué acciones serían necesarias para lograrlo?

Lecciones de la pandemia

La pandemia ofrece algunos motivos para el optimismo. La fabricación y distribución de una vacuna eficaz para mitigar los efectos del COVID-19 ha aumentado la confianza en la ciencia y en los gobiernos para encontrar soluciones a problemas de gran complejidad. ¿Podría la misma combinación aportar una solución al cambio climático? En principio, no parece haber muchas razones que lo impidan. Sin embargo, hay dos diferencias clave que dificultan la solución del problema climático.

La primera es el estímulo para actuar. La pandemia fue una crisis que requirió una respuesta inmediata. Sin embargo, los efectos negativos del cambio climático son más graduales. Es la diferencia entre una enfermedad grave y una crónica. Nuestros sistemas políticos están más preparados -y posiblemente motivados- para resolver la primera.

El segundo factor, que también ha faltado en la respuesta a la pandemia, es la cooperación internacional. A pesar de la necesidad de controlar el COVID-19 en todas las regiones para contener su expansión y conseguir que desaparezca realmente, los países desarrollados se han mostrado reacios a ayudar a sus homólogos más pobres con el suministro de vacunas, prefiriendo dar prioridad a su población nacional. AdvertisementSi comparamos de nuevo esta situación con la del cambio climático, los compromisos de cada país no serán suficientes para lograr reducir las emisiones necesarias para limitar el aumento de temperatura.

Para solventar esta problemática, es posible que se produzca un avance tecnológico en materia de energías renovables, que aumente la absorción de carbono a través de la conservación, la rehabilitación y la mejora de las prácticas de gestión del medio ambiente (las llamadas soluciones climáticas naturales) y que se produzcan altos niveles de inversión pública y privada. Sin embargo, el éxito de la COP26 dependerá de la capacidad de los países para superar esta situación y cooperar a nivel internacional.

Dos medidas clave: impuestos y cumplimiento de la normativa

También hay dos medidas que podrían contribuir a cumplir los objetivos de emisiones. La primera sería establecer un impuesto global sobre el carbono. Este impuesto, a veces también llamado "precio al carbono", se aplicaría a través de un canon sobre el contenido de carbono de los combustibles fósiles o sobre sus emisiones de CO2. Al integrar el coste externo de las emisiones de gases de efecto invernadero en los precios de la energía, la tasa del carbono incentivaría a los hogares a modificar su consumo energético y enviaría una señal de precios a las empresas para que invirtieran en nuevas tecnologías limpias. La globalización del impuesto reduciría la preocupación de que las empresas estuvieran en desventaja competitiva en los mercados internacionales.

El impuesto se fijaría inicialmente para cumplir las Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional (NDC, por sus siglas en inglés) existentes y, según el FMI, se estima en unos 35 dólares por tonelada. Sin embargo, para limitar el calentamiento global a 2ºC, se calcula que sería necesario un impuesto de 75 dólares por tonelada. Esto supondría un salto importante, ya que el impuesto medio actual sobre el carbono por tonelada de CO2 es de sólo 3 dólares y sería una medida poco popular.

No obstante, estos impuestos sobre el carbono podrían tener mayor aceptación por parte de la opinión pública si viniesen acompañados de  otros incentivos. Por ejemplo, si se destinaran los ingresos del impuesto a subvenciones para la calefacción y el transporte de bajas emisiones, o a ayudas directas a los grupos más desfavorecidos de la sociedad. También habría que conceder subsidios y compensaciones a los países más necesitados, muchos de los cuales ven el uso de combustibles fósiles baratos como algo esencial para aumentar sus ingresos. Sin embargo, es probable que esto no sea suficiente, ya que seguirían existiendo enormes incentivos para que los países se aprovechen de la situación retrasando o simplemente no aplicando el impuesto.

Por lo tanto, se necesita una segunda medida. Esta podría consistir en vigilar el cumplimiento y penalizar a aquellos que no lleven a cabo las medidas necesarias para reducir las emisiones. En la actualidad, el Acuerdo de París es un pacto voluntario que no tiene capacidad para imponer su cumplimiento. Los impuestos sobre el carbono y un acuerdo de obligado cumplimiento serían grandes resultados de la COP26.

Sin embargo, ¿es esta medida factible? Es difícil. Lo más probable es que un grupo de países se desvinculen y formen un acuerdo propio en el que mantengan sus compromisos de reducción de emisiones. Para paliar el aumento de costes energéticos frente a sus competidores, podrían introducir un impuesto sobre las importaciones de productos con mayor contenido de carbono. De hecho, ya existen procedimientos de este tipo. La UE acaba de publicar propuestas para un Mecanismo de Ajuste en la Frontera del Carbono, que tienen precisamente este objetivo: imponer aranceles a las importaciones con alto contenido de carbono para proteger a los sectores nacionales a medida que aumenten los impuestos sobre la energía. China y muchas economías emergentes serían las principales afectadas por esta medida ya que cuentan con un alto consumo de carbono e importantes exportaciones.

Está claro que este resultado es menos recomendable que un acuerdo global, pero, como hemos visto y seguimos viendo con la pandemia, debemos estar preparados para las tensiones y las fracturas entre las partes, especialmente entre países desarrollados y emergentes, y para un resultado menos cooperativo de la COP26.