¿Qué decirle a un cliente que prefiere refugiarse en monetarios y depósitos en estos momentos?

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El mantra del inversor ha cambiado por completo. Hace tres años la sequía de tires positivas en renta fija empujó a muchos a subir en su escalera de riesgo en busca de rentabilidad, pero ahora nos movemos en el escenario opuesto. Han vuelto al menú viejos conocidos como las cuentas remuneradas y los depósitos. Incluso la deuda de menor riesgo vuelve a dar rentabilidades positivas, lo que explica todo el dinero que ha entrado en fondos monetarios.

Y no es un fenómeno español. En Schroders han echado los números y los ahorradores europeos pueden encontrar cuentas bancarias ofreciendo hasta un 5% TAE y depósitos bancarios hasta un 4%. “¿Y no tienen razón los inversores al reconsiderar el efectivo?”, se pregunta Duncan Lamont, responsable de investigación estratégica de Schroders.

Es cierto que cada ahorrador puede tener sus circunstancias para querer mantener cierto dinero en liquidez, pero para el ahorro a largo plazo refugiarse en monetarios y depósitos esconde algunos riesgos.

Problema: el concepto de rentabilidad real

Un primer punto que señala Lamont es la rentabilidad del efectivo después de la inflación. Es decir, la rentabilidad real. “Esta sigue siendo negativa, aunque los tipos hayan subido mucho, y las rentabilidades negativas implican pérdidas”, subraya el experto. Y el aumento de la inflación desde principios de 2022 significa que el valor del efectivo se está erosionando a un ritmo más rápido que durante la mayor parte de la década anterior, incluso si el efectivo paga los mejores tipos disponibles en la actualidad.

“Así que, para muchos, la cuestión clave de dónde realizar inversiones a largo plazo sigue siendo tan relevante como siempre. De hecho, es aún más importante”, insiste Lamont.

La clave es distinguir entre la rentabilidad nominal y la real. “100 hoy seguirán siendo 100 en los próximos años. Sin embargo, no hay certeza de que su poder adquisitivo se mantenga: una inflación baja hará que el dinero conserve su poder adquisitivo hasta cierto punto, pero una inflación alta lo erosionará rápidamente”, explica el experto de Schroders.

Y lo que erosiona a la liquidez es el paso del tiempo. Como vemos en el gráfico que analiza Lamont, a largo plazo, el dinero en efectivo se comporta peor, incluso cuando la inflación es relativamente baja.

Y otra premisa que nos demuestra el análisis de Schroders: las probabilidades de batir a la inflación son más elevadas a través de la renta variable que con la liquidez. De hecho, en cada periodo de 20 años de los últimos 96 años, la renta variable ha obtenido rentabilidades superiores a la inflación. “Así pues, aunque las inversiones en bolsa pueden ser arriesgadas a corto plazo, si se comparan con la inflación ofrecen mucha más seguridad a largo plazo”, defiende Lamont.

Los riesgos a corto plazo

Dicho todo lo anterior, desde Schroders también ven importante hablar de la otra cara de la moneda. Aunque los datos históricos a largo plazo sugieren claramente que las inversiones en bolsa tienen más posibilidades de superar la inflación que otras inversiones, también son volátiles. Por tanto, los inversores que opten por la renta variable en lugar del efectivo deben estar preparados para un viaje lleno de baches, recuerda la gestora. En aproximadamente la mitad de los últimos 50 años, los mercados cayeron al menos un 10%. En una cuarta parte de los últimos 50 años, los mercados cayeron al menos un 20%.

En conclusión, tanto el efectivo como las acciones y participaciones conllevan riesgos diferentes. “El efectivo dista mucho de ser un activo exento de riesgo: incluso con los mejores tipos de ahorro disponibles en la actualidad, es probable que los depósitos pierdan valor real. Y, como muestran estos datos, el efectivo también puede generar pérdidas reales durante periodos más largos, incluidas las dos últimas décadas. Pero las acciones también conllevan riesgos, especialmente cuando se mantienen durante periodos más cortos”, concluye Lamont.