El acuerdo alcanzado abre la puerta al tercer programa de rescate pero no elimina el riesgo de Grexit ni garantiza la sostenibilidad de la deuda helena. ¿Fin de la crisis o nueva patada hacia delante? Las gestoras responden.
Habemus acuerdo. O, al menos, acuerdo para iniciar las negociaciones con respecto al tercer rescate de la economía griega. Tras un intenso fin de semana en el que primero se reunieron los ministros de Economía y Finanzas de la eurozona (el Eurogrupo) y después los jefes de Estado y de Gobierno de los países de la moneda única –encerrados durante diecisiete horas, al más puro estilo de las grandes cumbres europeas–, la noticia se hacía pública el lunes, poco antes de la apertura de los mercados europeos.
A las 8:55 de la mañana, el propio Donal Tusk, presidente del Consejo Europeo, anunciaba en twitter que se había alcanzado un acuerdo “unánime” para proceder con un nuevo paquete de ayuda financiera a Grecia, 86.000 millones de euros en tres años que esta vez se canalizarán a través del Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE) y que se suman a los 240.000 millones desembolsados en los dos rescates anteriores y a los más de 200.000 millones sujetos a reestructuraciones y quitas, lo que eleva la solidaridad de los socios europeos hasta el medio billón de euros.
Pero el precio que pagará Grecia por continuar en el euro es elevado. De hecho, las condiciones finalmente aceptadas por Tsipras son mucho más estrictas que las que contemplaba la propuesta del 25 de junio, que los ciudadanos griegos rechazaron con un contundente ‘Oxi’ (No) en el referéndum del pasado 5 de julio. Y es que, como declaró el domingo la canciller Angela Merkel antes de reunirse con sus homólogos europeos, el gran escollo de la negociación ha sido la pérdida de confianza en la palabra del Ejecutivo heleno, tras los numerosos desplantes escenificados por Syriza desde que llegase al poder hace seis meses.
Por eso, una de las condiciones clave ha sido la creación de un fondo para la privatización de activos griegos por valor de 50.000 millones de euros con el que se garantizará el pago de, al menos, parte de la deuda. Aunque finalmente los activos permanecerán en Atenas –una pequeña victoria para Tsipras, ya que la propuesta inicial era que se trasladasen a Luxemburgo– las instituciones europeas supervisarán el proceso con el que se pretende obtener 25.000 millones para recapitalizar a los bancos griegos, que a fecha de hoy sobreviven gracias a la línea de liquidez de emergencia del BCE (ELA, por sus siglas en inglés), 12.500 millones para realizar inversiones en Grecia y otros 12.500 para repagar parte de la deuda.
Solución temporal
En opinión de Philippe Waechter, economista jefe de Natixis AM (filial de Natixis Global AM), el acuerdo alcanzado deja claro que “Grecia no tiene otra opción que someterse a las supervisión del resto de miembros de la eurozona. Solo mantiene la libertad de hacer un default y abandonar la moneda única”. No obstante, Waechter recuerda que las medidas acordadas durante el fin de semana, algunas de las cuales deben ser ratificadas de urgencia por el Parlamento griego mañana miércoles, son solo el requisito previo para que los socios europeos puedan defender ante su propio electorado la aprobación del tercer paquete de rescate.
Por eso, los expertos de Candriam creen que “los riesgos de ejecución siguen siendo elevados, ya que aún hay que superar muchos obstáculos. El que se haya alcanzado un acuerdo es una buena noticia pero la historia no termina aquí”. Y no solo porque las negociaciones del rescate propiamente dicho no se iniciarán hasta septiembre –el plan es que Grecia reciba un préstamo puente que le permita subsistir hasta entonces– sino porque “la economía griega se ha visto gravemente dañada por esta crisis, por lo que la cuestión de la sostenibilidad de la deuda resulta ahora aún más determinante para el futuro de Grecia en la eurozona. La ratio de deuda sobre PIB de Grecia es insostenible a largo plazo pero tendremos que esperar para conocer las propuestas europeas sobre este asunto”, explican.
En el mismo sentido se expresa Jim Leaviss, responsable de renta fija minorista en M&G Investments. “El acuerdo resuelve el problema de liquidez pero no contribuye a aliviar el peso de la deuda griega. Con una ratio de deuda sobre PIB cercana al 180% y sin crecimiento, la reducción de la deuda no será posible”, por lo que el experto anticipa que “volveremos a estar en la misma situación dentro de unos años”. Leaviss aboga por aplicar medidas más radicales para afrontar este problema, como la emisión de bonos vinculados al crecimiento del PIB y avances decisivos hacia una auténtica unión fiscal. “Es necesario reformar Europa. Si no se recapacita sobre los fallos del sistema de la unión monetaria, volveremos a esta situación, ya sea con Grecia o con cualquier otro miembro de la eurozona”.
Riesgo político
Un aspecto en el que todos los expertos coinciden es en la importancia que ha tenido el aspecto político en la negociación. De hecho, teniendo en cuenta que la economía griega representa menos del 3% del PIB de la eurozona, las pérdidas derivadas de un posible Grexit eran asumibles desde el punto de vista económico, pero lo que realmente estaba en juego era la integridad del proyecto europeo.
En este sentido, el estratega jefe de Pictet Wealth Management, Christopher Donay, considera que “la crisis griega ha dividido a la eurozona en dos bandos: los países que defienden el rigor, liderados por Alemania, y los que se inclinan por la solidaridad, con Francia a la cabeza. El eje franco-alemán que ha impulsado tradicionalmente el proyecto europeo se ha roto por esta cuestión clave y esta esquizofrenia que vive la eurozona continuará generando tensiones”. Para Donay, la solución pasa por la creación de una unión fiscal, una posibilidad a la que el experto atribuye un 45% de probabilidades de producirse. Sin embargo, el experto también cree que existe “una posibilidad del 45% de que la eurozona acabe sucumbiendo al peso de la creciente deuda soberana, el débil crecimiento económico y la falta de unidad política”.
Con respecto a la controvertida propuesta alemana de que Grecia abandonase temporalmente la eurozona hasta resolver sus desequilibrios estructurales, Léon Cornelissen, economista jefe de Robeco, estima que “en realidad, significaría una salida permanente. Grecia no querría volver y, probablemente, no se le permitiría volver”. El experto argumenta que “la energía –tiempo, capital y buena voluntad– que se ha empleado en mantener a Grecia en el euro ha sido excesiva, sobre todo si se tiene en cuenta el tamaño minúsculo de la economía griega, por lo que la sugerencia de una salida temporal nunca fue realista”. En cualquier caso, en la casa holandesa sitúan el riesgo de Grexit en el 30%, ya que “todavía existe un riesgo significativo de que las cosas puedan ir a peor en los próximos meses”, apunta Cornelissen.
Reacción de los mercados
Los mercados recibieron con optimismo la noticia del acuerdo y los principales parqués europeos se anotaron subidas de más del 1% (1,7% en el caso del Ibex 35). La prima de riesgo de España –uno de los países más sensibles a la situación griega por el avance electoral de partidos de corte populista como Podemos– prácticamente no varió y se mantiene estable en el entorno de los 125 puntos básicos.
En opinión de Monica Defend, directora global de asignación de activos, y de Andrea Brasili, economista jefe para la eurozona en Pioneer Investments, “los mercados empezaron a anticipar la semana pasada las noticias que se están dando a conocer, por lo que consideramos que la reacción será limitada y no vemos sustento para un rally adicional”. Eso sí, esperan que se produzcan nuevos episodios de volatilidad que no solo responderán a la situación griega, cuyo impacto en las perspectivas de la eurozona será limitado, sino a otros factores económicos y geopolíticos como China, la política monetaria estadounidense y la inestabilidad en Oriente Próximo.