El Año Nuevo Lunar chino arrancó el pasado 10 de febrero, en un momento en que las perspectivas de la economía y los mercados son inciertas debido a la crisis inmobiliaria y la caída de la confianza de los inversores extranjeros.
El Año Nuevo Lunar arrancó el 10 de febrero en China marcando el comienzo del Año del Dragón. Según la tradición zodiacal china, esta criatura mítica simboliza el poder, la prosperidad y la felicidad. Se espera que, bajo su influencia, el Año Nuevo sea un punto de inflexión para la economía china, que atraviesa desde hace algún tiempo una fase compleja debido a la crisis inmobiliaria, la caída de las exportaciones y el descenso de la confianza de los inversores extranjeros.
Con una estimación interanual del +5,2% a finales de 2023, el crecimiento del PIB está en línea con el objetivo del Gobierno de un crecimiento en torno al 5%. Sin embargo, según Jean-Louis Nakamura, responsable de Conviction Equities Boutique en Vontobel, este resultado no puede considerarse emocionante. "Se logró casi exclusivamente gracias a la fuerte recuperación del consumo interno de servicios durante el primer trimestre y principios del segundo, desde la base extremadamente baja de 2022, cuando las principales ciudades chinas estaban sujetas a bloques Covid muy restrictivos", analiza Nakamura. Pero desde la primavera de 2023, el crecimiento chino se ha estancado, reflejo de una economía plagada de problemas estructurales.
Problemas en el inmobiliario
El consumo interno sólo ha mitigado parcialmente los efectos negativos de la debilidad de las exportaciones y, sobre todo, de la crisis del sector inmobiliario. La semana pasada se conoció el último capítulo del declive de Evergrande, una de las principales constructoras chinas, en dificultades extremas desde 2021 debido a unos niveles de endeudamiento insostenibles. Para hacer frente a las demandas de los acreedores, un tribunal de Hong Kong emitió una orden de liquidación contra la filial local de la empresa, que también podría afectar a las operaciones en el resto de China continental.
Jasmine Kang, gestora del fondo Comgest Growth China, cree que el actual ciclo bajista del sector inmobiliario puede haber tocado fondo, aunque la situación sigue presentando enormes complejidades. "El múltiplo de la renta familiar nacional de China, de 6,3 veces, es inferior al de la mayoría de los países desarrollados (por ejemplo, 9,5 veces en EE.UU.), lo que sugiere que los precios de la vivienda ya son justos", explica. “La contribución del sector inmobiliario al PIB ya ha caído de algo más del 30% en 2020 al 20% en la actualidad. Aunque estamos cerca del final del ciclo negativo del sector inmobiliario, su impacto en el crecimiento de la economía ha disminuido", afirma.
El otro freno al crecimiento chino es la ralentización de Europa y Estados Unidos, que ha provocado una contracción de las exportaciones. Para Anisha A. Goodly, directora gerente de Mercados Emergentes de TCW, se espera que la demanda externa siga siendo débil en 2024, aunque en menor medida que en 2023. "Es probable que el sector inmobiliario y las exportaciones sigan frenando el crecimiento", esperamos que el crecimiento se ralentice en 2024, indicativamente hasta el 4,5%", afirma la experta. Ve probable que el Banco Popular de China mantenga unas condiciones monetarias acomodaticias, pero el alcance de estas políticas se verá limitado por el deseo de frenar la excesiva volatilidad del tipo de cambio y los flujos de capital, así como por la necesidad de proteger los márgenes netos de interés de los bancos.
Como parte de la política de prosperidad común de Pekín, cuyo objetivo es confiar más en su capacidad económica interna, el gobierno central ha anunciado desde el verano pasado una serie de medidas de apoyo. Entre ellas, una normativa más sencilla para la compra de propiedades, la flexibilización de la política monetaria y garantías de deuda para los gobiernos locales. “Desgraciadamente, hasta ahora estas medidas han tenido poco efecto", lamenta Jean-Marie Mercadal, consejero delegado de Syncicap (parte de Ofi Invest).
La renta variable china, en mínimos
Por estas razones, las perspectivas de una recuperación económica consistente parecen limitadas en estos momentos. Los mercados bursátiles reflejan esta falta de fortaleza, con unos 7 billones de dólares de capitalización bursátil esfumados en los últimos tres años. "Desde febrero de 2021 hasta la fecha, el mercado bursátil chino ha registrado tres años consecutivos de caídas, cediendo el 58% de su valor", prosigue Mercadal. "Además, en 2023, el índice MSCI China registró una pérdida del 14%, generando la mayor decepción para los inversores que habían apostado por un rebote post pandemia", comenta.
Todo ello ha golpeado duramente la confianza de consumidores y empresas, desencadenando un círculo vicioso que ha contribuido a acelerar el estallido de la burbuja inmobiliaria y, más en general, a aumentar la desconfianza de los agentes del mercado hacia Pekín. "No es casualidad, por tanto, que la inversión extranjera haya registrado su récord negativo desde que se puso en marcha este indicador (en 1998), marcando un déficit de 11.800 millones de dólares en el tercer trimestre de 2023", analiza el experto.
Centrarse en la innovación para sortear la crisis
Lo más importante será determinar si esta tendencia negativa se mantendrá o si el Año del Dragón representará un punto de inflexión. Un dato favorable es que, tras las pérdidas de los últimos años, las valoraciones se han comprimido y China vuelve a parecer una opción rentable: "El PER del índice MSCI China está por debajo de 10 veces, y se espera que el crecimiento de los beneficios se sitúe en torno al 10% en 2024", afirma Jean-Marie Mercadal. "El riesgo a la baja también se ha reducido significativamente, pero rebajarlo aún más requiere una respuesta que, dado el carácter altamente centralizado del país, será de naturaleza política", explica.
"Si el Gobierno decide escuchar el descontento generalizado, podríamos ver inmensas inyecciones de liquidez o incluso un impulso a las instituciones para que apoyen al mercado local, con el fin de restablecer la confianza de los inversores", prosigue. "Los más beneficiados serían los sectores favorecidos por el Gobierno, como la economía verde, pero también los que son bastante sólidos, como los semiconductores y la tecnología", argumenta.
A medida que el Año del Conejo llega a su fin y comienza el Año del Dragón, Comgest identifica las oportunidades más atractivas en empresas altamente innovadoras con perspectivas de crecimiento a largo plazo. "La demanda de automatización, robótica y procesos de producción industrial en general sigue creciendo, y casi todos los competidores han afirmado que han visto cómo algunas empresas chinas ganaban mayores cuotas al ofrecer mejores productos", explica Kang.
Según el experto, otros ejemplos de empresas con gran potencial se encuentran en el sector MedTech y en las compañías que contribuyen a lograr la neutralidad de carbono. De hecho, China alberga algunos de los fabricantes mundiales más importantes en sectores críticos para la transición ecológica, como las baterías eléctricas y las plantas de energía solar.