Hasta la entrada en vigor del euro en 1999, cada mercado de deuda gubernamental de la eurozona disponía de su propia curva de tipos. Estas curvas fueron convergiendo a medida que se acercaba la puesta en marcha de la moneda única. Como el riesgo de impago de un bono
gubernamental era mínimo y el riesgo de tipo de cambio iba a desaparecer, los inversores llegaron a la conclusión de que invertir en los mercados de deuda gubernamental de la eurozona con los tipos de interés más altos implicaba un riesgo muy bajo.
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