Cuando la crisis financiera empezó a afectar al consumo, restaurar la confianza en la gestión de riesgos se convirtió en una prioridad. Las deficiencias de las metodologías de riesgo singulares utilizadas por los analistas de riesgos de las empresas resultaban evidentes. Los organismos reguladores y los gestores de riesgos colaboraron con políticos y banqueros centrales a fin de hallar soluciones, bajo la atenta mirada de los periodistas y de un público proclive a emitir sus críticas. Finalmente, las soluciones identificadas implicaban un análisis más profundo de los riesgos, tal y como se describe de forma general en las propuestas de Basilea III. Este marco se diseñó para alcanzar los siguientes objetivos:
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