¿No era fija la renta fija?

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Firma: Cedida (CFA)

TRIBUNA escrita por Albert Hernández Colom, CFA, miembro de CFA Society Spain en el marco de Visión de Fondo del profesional CFA.

Este 2022 los tipos de interés y la renta fija se encuentran en una auténtica montaña rusa, cuando en los últimos años estábamos acostumbrados a ir en "trenecito". La relación entre los tipos de interés y la renta fija o bonos es inversa, a mayores tipos de interés menores precios de los bonos y viceversa. Tras años de convivir estrechamente con ella, puedo asegurar que ni es fácil de entender ni es aburrida, solamente tiene un nombre engañoso. Es verdad, la renta fija no es fija, y este año podemos decir que el gigante dormido ha despertado.

Actualmente estamos en uno de los periodos con mayor volatilidad en los tipos de interés (y de la renta fija) de la historia, y entender por qué implica remontarse a 2008 cuando empezó a crearse el ecosistema financiero artificial durante más de diez años. A partir de la quiebra de Lehman Brothers, los Banqueros Centrales empezaron a utilizar sedantes en los mercados de renta fija con el objetivo de mitigar las consecuencias de las crisis económicas (y las presiones deflacionarias). Este sedante no era nuevo, la novedad era la gran cantidad utilizada de forma simultánea por todos los Bancos Centrales. Y su composición se obtiene combinando dos elementos básicos en el "libro de alquimia" de los Bancos Centrales, tipos de interés muy bajos o negativos y mayor cantidad de dinero en la economía. El dinero de nueva creación se transmite hacia la economía real mediante dos mecanismos, la compra de bonos y préstamos a entidades bancarias.

Los tipos de interés bajos han permitido a las empresas, gobiernos y personas endeudarse a un coste bajo, creando a una falsa sensación de riqueza y a una ineficiente asignación de recursos financieros. En definitiva, sedando los mercados de renta fija e inundando el sistema con liquidez, los Bancos Centrales han estimulado el crecimiento económico en la última década. Pero todo medicamento tiene contraindicaciones, el dinero barato y en exceso genera adicción a las economías, presiones inflacionarias y necesita ser retirado en algún momento.

Los nuevos protagonistas

Después de una década con presiones deflacionarias (en parte explicadas por la globalización mundial) que justificaba el uso del sedante monetario aparecieron nuevos jugadores que no habían sido invitados. El primero de ellos, fue la pandemia mundial de Covid-19, la cual generó cuellos de botella en la producción de productos intermedios y finalizados que aún duran hoy en día. Además, la fuerte caída en los mercados financieros requirió una actuación rápida y coordinada de los Bancos Centrales en administrar más sedante, mientras que los Gobiernos aplicaban una política de ayudas de lenta absorción en la economía. Una vez empezaron las reaperturas de las economías, la oferta de productos y materias primas estaba limitada por dicha escasez, mientras que la demanda quería recuperar el tiempo perdido. ¡Magia! Los primeros brotes inflacionarios aparecieron 2021. El otro jugador que apareció es Putin y la guerra de Ucrania, el cual ha complicado a Europa el abastecimiento energético y de otras materias primas, presionando más los precios al alza.

Si por algo se caracterizará el año 2022 es por la carrera de los bancos centrales para no perder el autobús de la inflación. Una subida de precios elevada y sostenida en el tiempo es la peor pesadilla de los banqueros centrales y los gobiernos, porque si no se consigue controlar, sus consecuencias económicas y sociales pueden ser devastadoras como un huracán. Y no solo es un problema el dato de inflación mensual, las expectativas de cómo evolucionará la inflación y su efecto en la psicología de los agentes económicos deben estar controladas.

No hay que olvidar que la inflación es mucho más compleja de comprender y estimar de lo que uno se puede imaginar, incluso los modelos matemáticos más complejos del Banco Central Europeo han subestimado la inflación en el último año. Cuando en 2021 empezaron las primeras subidas de precios no le dieron importancia, luego se convirtió en transitoria y ahora es una piedra en el zapato.

Los riesgos que persisten

No cabe duda de que la economía europea está sufriendo fiebre inflacionaria y para combatirla, el Banco Central Europeo, nos está dando un baño de agua fría en cada una de sus reuniones subiendo los tipos de interés de tres en tres. El principal problema son las prisas con las que está actuando porque llega tarde, velocidad y agua suele acabar con un resbalón. Además, es importante recordar que el BCE aún no ha empezado a retirar el exceso de liquidez inyectado en los últimos años. El gran tamaño de su balance le está complicando el control de los tipos de interés, generando así distorsiones y volatilidad en los mercados de renta fija. Hemos llegado al punto en que solo la fiebre inflacionaria importa, pero como ésta no es sensible a los tipos de interés, la única solución viene por enfriar la demanda y el crecimiento económico. Pero la capacidad de subir los tipos de interés es limitada en comparación a otras épocas, estamos mucho más endeudados.

Después de que los bancos centrales hayan despertado, ahora corremos el riesgo que los Gobiernos se lancen hacía una política fiscal expansiva, es decir, incrementando el gasto público y reduciendo impuestos. En períodos de inflación, los principales beneficiados son los gobiernos, pues sus ingresos se incrementan notablemente y su deuda se deprecia en términos reales, siendo más fácil devolverla. Seguramente por ese motivo se puedan ver con capacidad de incrementar su déficit, pero racionalmente deberían reducirlo. Su principal argumento está basado en mitigar los efectos de la inflación en su país, pero si no se diseña correctamente solo conseguirán echar más leña al fuego. Es decir, corremos el riesgo de encontrarnos en la situación en que los Bancos Centrales quieran enfriar la demanda, y los Gobiernos la quieran abrigar, y así la inflación no baja. Ya lo hemos visto en Reino Unido.

Nos adentramos en un 2023 difícil, pues cada día se escucha más la palabra de “recesión técnica” o lo que es lo mismo, nubarrones económicos. Y seguro que la renta fija seguirá sin ser fija, pero nos dejará un tipo de interés mucho más apetecible.