Reacciones de las gestoras internacionales a la victoria de Javier Milei en Argentina

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Pat McDonald, Flickr, Creative Commons

Javier Milei ganó la segunda vuelta presidencial por un margen abrumador. El outsider antisistema derrotó a Sergio Massa, que reconoció inmediatamente su derrota. Esto constituye un giro político importante para un país que ha sido gobernado por el peronismo durante 46 de los últimos 77 años, es decir, desde el primer mandato de Juan Domingo Perón en 1946, y de los 31 años restantes, 21 transcurrieron en régimen militar.

Para Thierry Larose, gestor de Vontobel, el resultado es una señal de desesperación de una población acosada por una pobreza creciente y una inflación fuera de control. “El fracaso del gobierno de Alberto Fernández a la hora de llevar a cabo políticas para paliar los problemas económicos del país fue una de las principales razones por las que los argentinos decidieron dar una oportunidad a Milei”, analiza.

A su juicio, el indicador clave que hay que vigilar ahora es la composición de su Gobierno, que el presidente electo empezará a desvelar el 10 de diciembre. “Como el partido de Milei no tiene mayoría en el Congreso, esperamos que las candidaturas se inclinen hacia la coalición moderada de centro-derecha Juntos por el Cambio, ya que tienen un programa similar en varios temas económicos”, indica el experto.

Larose augura que los primeros anuncios de las políticas de Milei complacerán a los mercados, con una agresiva consolidación fiscal y una eliminación de los controles de divisas y de capitales como principales prioridades. Cree que los bonos de la deuda argentina tomarán su victoria como una noticia positiva. Pero también hay que entender de dónde se viene.

Los bonos en Argentina tienen un precio muy bajo, de entre 20 y 30 centavos de dólar y -de acuerdo con Alejandro di Bernardo, gestor de renta fija en Jupiter AM, hoy en día tienen vencimientos que son prácticamente impagables. “Esto es así, porque el país, básicamente, no tiene reservas líquidas para pagar esos vencimientos, y tampoco tiene la capacidad para acumular reservas para pagar esos bonos”.

Dolarización complicada

Los gestores no esperan que la dolarización y el cierre del Banco Central figuren en la agenda a corto plazo. Claudia Calich, responsable de renta fija emergente de M&G Investments, considera que será una política difícil de lograr a corto plazo y que tiene muy pocos precedentes. “Aunque Ecuador lo hizo en enero de 2000, sirve de recordatorio de que la dolarización no hace a un país inmune a los problemas económicos”, recuerda.

Sin embargo, Calich opina que eliminaría la presión a la que está sometido el peso argentino y aliviaría la galopante inflación actual. “Además, el país necesitaría una sólida disciplina fiscal para poder mantener de forma creíble una política de dolarización, e incluso para estar en condiciones de aplicarla sería necesario un periodo de reformas y estabilidad”.

A su entender, una de las principales barreras para implementar políticas, independientemente de su falta de ortodoxia, es la del apoyo del Congreso. “El partido de Milei, La Libertad Avanza, tiene 38 de los 257 escaños de la Cámara Baja y siete de los 72 del Senado. Unión por la Patria es el partido con más escaños tanto en la Cámara Baja como en el Senado, pero es el partido de la actual presidenta, Cristina Kirchner, y de Massa. Sin el apoyo necesario, será difícil aplicar algunas de las políticas menos ortodoxas de Milei”, anticipa.

Situación macro

La situación macro de Argentina es delicada. “El país ha perdido una década. Su PIB real apenas ha crecido en comparación con hace 10 años, y el PIB real per cápita ha ido cayendo. Alrededor del 40% de la población se encuentra ahora por debajo del umbral de pobreza, un fuerte aumento desde el 25% en 2017. La inversión, incluida la inversión extranjera directa, ha sido baja durante toda la década, y el crecimiento de la productividad ha disminuido”, analiza Mali Chivakul.

Según el economista de mercados emergentes en J. Safra Sarasin Sustainable AM, las distorsiones a nivel microeconómico (como las barreras comerciales y los controles de precios) han sido galopantes y han impedido que la economía gane más eficiencia. “La economía se ha apoyado en grandes déficits fiscales, financiados mediante la emisión de dinero, lo que ha contribuido a una elevada inflación y a un tipo de cambio sobrevalorado”, subraya el experto.

Los grandes déficits fiscales también han contribuido a grandes déficits por cuenta corriente, que alcanzaron su punto máximo en 2018, en torno al 5% del PIB, dado que la base exportadora es pequeña. “Los déficits se financiaron a través de deuda de cartera hasta que se enfrentó a una interrupción repentina de las entradas de capital en 2018, ya que el entorno externo se volvió negativo”, recuerda Chivakul.

En junio de 2018, el FMI aprobó 57.000 millones de dólares para respaldar el programa de ajuste económico de Argentina, el mayor acuerdo de derecho de giro de su historia. El programa se descarriló en un año tras desembolsar 45.000 millones de dólares. Argentina reestructuró su deuda en 2020 después de la pandemia.

Tras la recuperación de la pandemia y una prórroga del programa de ajuste del FMI en 2022, sufrió este año una sequía histórica con pérdidas mayores de lo previsto en la producción agrícola, las exportaciones y los ingresos fiscales. El programa de ajuste volvió a descarrilarse a mediados de 2023, con el incumplimiento de los principales objetivos fiscales y de reservas.

La presión inflacionista ha aumentado al continuar la financiación del déficit fiscal por parte del banco central. Han aumentado tanto las expectativas de inflación como las de devaluación. La debilidad de las exportaciones ha intensificado las presiones sobre la balanza de pagos y las pérdidas de reservas. “El FMI proyectó unas reservas internacionales netas de 3.000 millones de dólares a finales de año, un nivel claramente bajo comparado con las necesidades de Argentina para el servicio de la deuda externa el año próximo. Sólo el servicio de la deuda con el FMI, que vence en 2024, asciende ya a 8.000 millones de dólares”, concluye.