El First Eagle Amundi International Fund es uno de los fondos mixtos que, a lo largo de los últimos meses, ha ido ganando popularidad en el mercado español. Se trata de un producto surgido fruto de la asociación de Amundi con la estadounidense First Eagle con un volumen de activos bajo gestión que ya supera los 7.000 millones de euros. Gestionado por Matthew McLennan, el producto dispone de la flexibilidad suficiente en términos sectoriales, geográficos y de capitalización de mercado, sin estar sujeto a un índice de referencia. Por encima de todo, el objetivo de McLennan es proteger el capital en términos reales a lo largo del tiempo, manteniendo incluso fuertes posiciones en liquidez y deuda pública a corto plazo cuando considera que las oportunidades en renta variable son escasas.
“A la hora de comprar un bono o una acción, lo que hago es analizar que el activo me ofrece un margen de seguridad apropiado”, asegura a Funds People. En este sentido, el gestora explica que lo verdaderamente importante es entender lo que se compra. Sus preferencias se ciñen a compañías que temporalmente hayan decepcionado al mercado, que hayan perdido el favor de los inversores o cuyos negocios hayan sido pasados por alto. Definen su estrategia como un estilo ‘value’ que bucea buscando ideas de inversión similar al de Benjamin Graham (compañías que coticen con descuento, con beneficios comprensibles…) y Warren Buffett (marcas reconocidas, que dominen sus mercados locales…). Tan importante como lo que se compra, es lo que no.
“Evitamos invertir en compañías que coticen a precios elevados, estén excesivamente apalancadas, presenten cajas negras en sus balances, tengan unos modelos de negocio vulnerables o sean gestionadas de manera agresiva”, afirma. “El fondo ha seguido la misma estrategia durante los últimos 35 años. Buscamos invertir en compañías que coticen con un descuento significativo con respecto a su valor intrínseco y cuando creemos que la inversión ofrece el suficiente margen de seguridad, independientemente del área geográfica, capitalización o sector en el que se encuentren. La cartera evoluciona, no se revoluciona. Como resultado de ello, hemos vendido algunas de las acciones que habían alcanzado su precio objetivo y comprado otras que todavía ofrecen un margen de seguridad”.
Actualmente, el 68% de la cartera está invertida en renta variable, el 10% en inversiones vinculadas al oro (incluyendo varios ETP y acciones de compañías mineras del sector aurífero) y el 22% está en liquidez, de la que echa mano cuando la volatilidad hace surgir oportunidades. Destaca la nula confianza en crédito. “Hace ya algún tiempo que no mantenemos exposición al mercado de deuda corporativa; no vemos valor ahí. En deuda pública, recientemente hemos añadido un par de nombres a la cartera que creemos han sido infravalorados por el mercado. No obstante, como son bonos de relativamente corta duración, no ocupan una posición significativa en el conjunto de la cartera. La rentabilidad/riesgo no compensa la inversión en renta fija. El riesgo es mayor que la recompensa”.
“No tenemos una exposición significativa a renta fija. Mantenemos en cartera muchos títulos de deuda soberana a corto plazo que utilizamos como liquidez, pero su duración es realmente corta, inferior a tres meses, y no tienen ningún significado en el conjunto de la estrategia”. McLennan es de la opinión que “sólo la inversión en renta variable es capaz de preservar el poder adquisitivo a lo largo del tiempo. Por ese motivo, nuestro sesgo es ser inversores de acciones”. El fondo cuenta con una rotación de la cartera muy baja. El periodo medio de tenencia de una acción es de seis años o incluso más. “Buscamos compañías que nos gustaría poseer para siempre. Algunas de ellas las hemos mantenido en cartera durante más de 20 años”, revela.
“Actualmente, estamos encontrando oportunidades en compañías tecnológicas tradicionales como Microsoft, en empresas muy bien diversificadas, como 3M, y estamos trabajando duro por encontrar oportunidades en Europa. En términos generales, preferimos compañías que estén baratas y, con suerte, sean seguras. No nos preocupa que sean cíclicas o defensivas. Invertimos en compañías, no en acciones. Hay una gran diferencia entre nosotros y los inversores que se centran solo en el precio de los títulos. Creemos que el focalizarse en el valor de la empresa y no en el precio de la acción es lo que nos ha permitido batir al mercado en el largo plazo”. Desde su creación, la rentabilidad anualizada del fondo ha sido del 10,07%, cuatro puntos más que el MSCI World.
En lo que respecta a aspectos técnicos de la cartera, la beta siempre ha sido ligeramente inferior a la del mercado, algo que es poco probable que vaya a cambiar en el futuro teniendo en cuenta que “las empresas que son baratas y seguras también tienden a ser aburridas. Son valores como Tesla o Twitter, las cuales no tenemos en cartera, los que cuentan con una beta superior”. La cartera está muy diversificada. El número de posiciones actual asciende a 155. Las 10 primeras ocupan el 19% del total. Por áreas geográficas, el 33% de la cartera está invertida en renta variable estadounidense, el 15,4% en bolsa europea y el 12,8% en acciones japonesas. Por sectores, también existe un importante diversificación, destacando el peso de financieras (14,5%), materiales (13,4%) e industriales (13,2%).