Conclusiones sobre el dato del débil crecimiento europeo registrado en el segundo trimestre

5856762391_c6b4b4705d
Images_of_Money, Flickr, Creative Commons

Los datos de crecimiento de la eurozona publicados la semana pasada dejan claro dos cosas: que las economías de la unión monetaria crecen, sí, pero que lo hacen a un ritmo más lento del que sería esperable, teniendo en cuenta los diversos factores de impulso que respaldan la economía europea, como los bajos tipos de interés, la abundante liquidez generada por el programa de expansión cuantitativa del BCE, la depreciación del euro y los menores costes de la energía.

Pese a que la expansión del 0,3% registrada en el segundo trimestre se ha quedado por debajo de la cifra del primer trimestre (0,4%) y de las previsiones de consenso (0,4%), Azad Zangana, economista sénior europeo de Schroders considera que “dadas las preocupaciones sobre Grecia durante el periodo, estas últimas cifras muestran una recuperación sólida y constante”. De hecho, en la casa británica anticipan “una aceleración en el segundo semestre del año por cuanto la debilidad del precio del petróleo aumenta el poder adquisitivo de los hogares”.

Con respecto a la desaceleración del universo emergente y, en concreto, de China, el experto reconoce que “podría lastrar la inversión en Alemania, Holanda y Austria, tres países cuyo crecimiento ha decepcionado en el segundo trimestre” pero confía en que la debilidad de los mercados emergentes se verá compensada por un crecimiento más robusto en Estados Unidos.

Philippe Waechter, economista jefe de Natixis AM (filial de Natixis Global AM), ve una clara relación entre las políticas de austeridad –fiscal y monetaria– aplicadas en la eurozona y el débil crecimiento registrado en los últimos años. “La recuperación observada desde la recesión de 2011-2012 no ha sido explosiva. El crecimiento anual medio desde el cierre del primer trimestre de 2011 ha sido de tan solo el 0,2% y la recuperación sigue una tendencia del 1% desde el primer trimestre de 2013” (ver gráfico).

Aun así, Waechter ve factible que la región alcance una tasa de crecimiento del 1,5% en 2015, que en cualquier caso no tendría por qué afectar la política monetaria del BCE. “El perfil del PIB mantendrá la débil tendencia observada desde principios de 2013”, explica el experto. “El menor precio del petróleo respaldará el gasto en consumo, lo que limitará el riesgo de un repunte de la inflación. Por eso el BCE no modificará su estrategia a corto plazo”.

El peligro de una nueva recesión

Sin embargo, incluso el respaldo del BCE podría quedarse corto ante una nueva recesión. Y es que la debilidad del crecimiento en la eurozona genera dudas sobre la sostenibilidad de la deuda acumulada por los Estados miembros, sobre todo por los periféricos. “En su estado actual y sin reformas, Italia y Portugal podrían no sobrevivir a otra crisis como la de la quiebra del banco de inversiones Lehman”, advierte Patrick Zweifel, economista en jefe de Pictet Asset Management. “España –uno de los países de la eurozona que más creció en el segundo trimestre– está en mejor posición, pero no puede tomar a la ligera la mejora en la dinámica de su deuda. Estos países se encuentran en la parte superior de nuestro índice de vulnerabilidad soberano global, con al menos un punto débil evidente en sus balances”.

Según los cálculos de la gestora suiza, “Italia tiene que crecer nominalmente al 1,4% por año los próximos cinco años para estabilizar su deuda en 136% del PIB, mientras que España y Portugal deben crecer al 1,3 y 3,4% respectivamente. A cinco años vista esto parece realista, si bien puede requerir más austeridad y reformas estructurales”. El problema, como señala Zweifel, es que este escenario asume que los próximos cinco años no habrá crisis financieras. “En promedio las recesiones se dan cada seis años en Europa y, si se repite en la eurozona, los eslabones más débiles no tendrán suficiente munición fiscal, pues su deuda ya es demasiado alta como para aumentar el gasto público”.

En opinión del experto, la solución radicaría en profundizar las relaciones fiscales entre Estados miembros mediante “la combinación de las obligaciones de los países en euro bonos, la transferencia de fondos públicos de países con superávit a aquellos con déficit y el establecimiento de un seguro de empleo para toda la eurozona”.