Desde el estallido de la crisis financiera mundial, allá por 2008, los principales bancos centrales del mundo desarrollado han venido aplicando medidas extraordinarias –tan extraordinarias que, como apuntan muchos expertos, la economía mundial avanza por terreno desconocido y aún no se atisba la salida. Estas medidas tenían como principales objetivos devolver la inflación a niveles razonables, estabilizar los mercados financieros y estimular el crecimiento económico. Aunque aún está por ver su eficacia a largo plazo, parece demostrado que ya han tenido un efecto inequívoco: la represión financiera.
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