TRIBUNA de Jesús Pérez, coordinador del Programa Directivo de Planificación Financiera (EFP) del IEB.
Uno de los asuntos que en el futuro próximo más van a preocupar a la población española será cómo conseguir recursos económicos para tener una jubilación digna. Consideremos que el capitalismo, tal y como lo entendemos, se basa en el consumo y éste, a su vez, en la existencia de un flujo poblacional sostenido en el tiempo de personas que generan recursos con su trabajo o su actividad empresarial. En relación con esto, si nos fijamos en la evolución demográfica de España, observamos que el equilibrio poblacional se está rompiendo desde hace años, en tanto en cuanto la población se envejece y, paralelamente, el número de nacidos desciende de forma considerable. El Instituto Nacional de Estadística (INE) indica que “el 37% de la población sería mayor de 64 años en 2052”, debido a que la sociedad es más longeva y a que el número de nacidos es menor.
La simulación realizada muestra también el continuo proceso de envejecimiento al que se enfrenta nuestra estructura demográfica, que se ve acelerado por el descenso de la natalidad y los saldos migratorios negativos.
Los mayores crecimientos de población se concentrarían en las edades avanzadas. Concretamente, en 2052 el grupo de edad de mayores de 64 años se incrementaría en 7,2 millones de personas (un 89%) y pasaría a constituir el 37% de la población total de España.
Si relacionamos lo anterior con el sistema de Seguridad Social que financia las pensiones públicas en España, que es de reparto y que significa que son los que trabajan los que financian la pensión a los que están jubilados, es decir, que no hay ahorros individualizados, podemos deducir que el sistema de reparto sufrirá los efectos del desequilibrio poblacional. Por tanto, las personas que a partir de 2020 se jubilen, deberían plantearse, sin dilatarlo más, que deben realizar una planificación de su ahorro para la jubilación si quieren mantener cierta calidad de vida cuando se jubilen y no depender del riesgo sistémico del sistema público de pensiones. Con esto no se trata de dramatizar sobre el sistema público de pensiones, si no de, paralelamente, que cada individuo con información y apoyo de su asesor pueda constituir un capital oportuno para su jubilación y evitar sorpresas.
Para planificar la jubilación, en términos generales, los pasos que debemos dar son los siguientes:
1. Cuantificar la descobertura de la Seguridad Social en el momento de la jubilación.
Se entiende por “descobertura” la diferencia entre el objetivo de pensión deseada y la pensión estimada de la Seguridad Social.
2. Calcular el porcentaje de aportación sobre el salario de cada año a realizar al sistema de ahorro para financiar la descobertura y alcanzar la pensión objetivo.
3. Si el inversor no puede alcanzar este ritmo de aportaciones, deberá plantearse:
a. Bajar el objetivo de pensión a la jubilación.
b. Jubilarse más tarde.
c. Invertir en algún producto más agresivo sus aportaciones. Pero esto entraña mayor riesgo y, además, hay que respetar el perfil de riesgo de MiFID.
Como conclusión:
1. El inversor debe cuidar por su jubilación y no esperar a que sea el Estado quien en exclusiva le proporcione la pensión. Además, cuanto antes lo inicie menor será el esfuerzo final a realizar, puesto que por el efecto de la capitalización compuesta el plazo se convierte en el aliado del inversor.
2. Hay que realizar unos sencillos cálculos para estimar el esfuerzo a realizar para la consecución de este objetivo vital y, al mismo tiempo, para tomar conciencia y disciplinar al ahorrador.
3. Se deben utilizar vehículos de ahorro que sean fácilmente liquidables el día que se produzca el evento principal. Considerando la evolución estimada de la pirámide poblacional, el ahorro realizado para la jubilación a través de inmuebles no es el mejor, ya que se estima que la oferta supere considerablemente a la demanda de forma sostenida en el tiempo, por lo que, en el mejor de los casos, el precio de los inmuebles se estancará.
4. Hay que considerar la fiscalidad del ahorro realizado, como menor capital a disponer. Esto se debe considerar en los cálculos a realizar.