TRIBUNA de Umberto Boccato, responsable de Inversión Alternativa en Mirabaud.
Durante los últimos años el número de las “campañas activistas” se ha incrementado notablemente. Según estimaciones de Citi, durante el 2013 hubo nada menos que 90 campañas activistas con un valor superior a los 1.000 millones de dólares, un incremento del 40% con respecto a 2012. Los gestores activistas suelen batir ampliamente los índices de mercado, lo que atrae aún más capital a este tipo de hedge funds.
En un momento como el actual, con niveles récord de efectivo en el balance de las empresas, una creciente exigencia de creación de valor por parte de los accionistas, condiciones fiscales y monetarias acomodaticias, y un entorno económico más estable, nuestra impresión es que la situación de apoyo al activismo continuará en el medio plazo.
La reciente ola de activismo puede explicarse también por factores estructurales que creemos persistirán en el tiempo, ya que la mejorada regulación del gobierno corporativo hace que sea más fácil luchar por un puesto en los Consejos de Administración. Además de esto, la mayor presencia de inversores institucionales en los Consejos (hedge funds, estructuras patrimoniales, pensiones, fondos soberanos) permite a los activistas buscar mayores apoyos para su estrategia y el paso de un activismo hostil a otro más constructivo, lo que ha ampliado el rango de oportunidades al alcance de los inversores activistas.
El activismo ha evolucionado y se han iniciado menos campañas hostiles (proxy fights); éstas sólo representan ahora mismo el 10% del total de las campañas de activistas. El activismo parece decantarse, siempre que le es posible, por una aproximación más bien amistosa, que pone el foco en un rango más amplio de cuestiones corporativas (estructura de capital, operaciones, competitividad, eficiencia fiscal, equilibrio financiero) en lugar de sólo en cuestiones de remuneración pura y dura.
También es importante destacar que los activistas utilizan cada vez más las redes sociales y los medios de comunicación para llegar a los otros accionistas y ganarse su favor. La cobertura en medios, las apariciones en prensa, cartas abiertas y presentaciones a la industria en foros y conferencias son sólo algunos ejemplos de cómo los activistas llegan a los Consejos de Administración, a los ejecutivos y a los accionistas.
¿Demasiado grande para ser un objetivo?
Las grandes compañías no son, en absoluto, inmunes al activismo. Como tienen a disposición más medios financieros, los gestores activistas han podido adquirir participaciones significativas en empresas de alto valor bursátil. Grandes multinacionales como Procter & Gamble, PepsiCo Inc o Microsoft han sido recientemente objeto de campañas de activistas.
El crecimiento de las participaciones gestionadas por activistas y su capacidad para congregar el apoyo de otros accionistas institucionales son factores clave en situaciones en las que la escala y la talla importan, y mucho, a la hora de presionar para lograr cambios.
Otro fenómeno, más reciente, es la globalización del activismo. Mientras que históricamente éste se centraba en Estados Unidos, el número de campañas de activistas fuera de este país se ha incrementado en los últimos años. Gran número de las campañas activistas, sobre todo en Europa, se han iniciado en privado y de forma muy discreta, por lo que su poder es, a menudo, subestimado.
Correlación positiva entre rendimiento y activos
Los hedge funds activistas han superado con creces los índices de mercado, generando un retorno anual aproximado del 20% si lo comparamos con el retorno anual del 12,3% obtenido por el S&P 500 desde 2009.
No sorprende así que este fuerte rendimiento haya dado lugar a grandes flujos de capital para la estrategia global. Mientras que para la mayor parte de las estrategias alternativas un incremento de activos suele resultar un factor negativo, podemos argumentar que en caso del inversor activista es al revés: más activos son, en realidad, un neto positivo, le dan más poder.
Con cada vez más activos bajo gestión, los estos gestores se han posicionado para tener como objetivo a las grandes corporaciones y se han convertido en agentes más influyentes a la hora de presionar a los consejos para desbloquear el valor para sus accionistas. Por ejemplo, el porcentaje de proxy fights donde los disidentes han obtenido victorias claras o en acuerdos parciales es bastante alto, un 66% durante 2013.
Crecen las oportunidades
Con la gran cantidad de acuerdos observada en la mayoría de los mercados alrededor del mundo, mantenemos una perspectiva positiva sobre las estrategias event driven. Tras cinco años de utilización conservadora de los balances, creemos que los inversores activistas están mejor equipados para presionar a los consejeros delegados para que implementen estrategias de valor añadido.
Como indicábamos antes, el número de las campañas activistas superiores a los 1.000 millones de dólares es un 40% mayor hoy que en 2012 y los inversores activistas con los que hablamos están encontrando un creciente número de oportunidades. Por ejemplo, Trian anunció recientemente nuevas posiciones core en tres compañías blue chip: Pepsico, Mondelez y DuPont. Otro conocido activista, Pershing Square, inició un gran holding en Air Products durante el tercer trimestre.
Es interesante destacar también que los gestores no activistas están siguiendo muy de cerca el espacio activista para explotar nuevas oportunidades. Por ejemplo, York Capital comentó en su carta del tercer trimestre: “Estamos monitorizando más de 30 situaciones activistas para buscar oportunidades. Se difuminan las fronteras territoriales del activismo del accionariado y, a diferencia de en ciclos anteriores, no está limitado a determinados sectores de actividad. Las compañías que estamos siguiendo pertenecen a un amplio abanico de industrias y entre ellas encontramos nombres como Mondelez, Yahoo!, Sony, Spectra Energy o Sotheby’s”.