Las acciones europeas se enfrentaron a un trasfondo de inversión poco favorable en 2012. Los temores de una ralentización económica paneuropea y los problemas estructurales de la eurozona dominaron los titulares, pero al terminar el año, las bolsas se habían anotado una sólida rentabilidad del 19,73%. Ello demuestra que los desafíos económicos a los que se enfrenta Europa no se traducen necesariamente en caídas de las empresas europeas, ya que muchas de éstas no dependen exclusivamente de la economía de la región. Los inversores deberían tener en cuenta que en Europa existen muchas compañías de talla mundial, capaces de generar buenos niveles de rentabilidad a largo plazo y cuyas valoraciones frente a la renta variable de los mercados desarrollados siguen siendo atractivas.
Los argumentos a favor de la renta variable europea son cada vez más sólidos

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