Impacto de la política monetaria en los mercados privados (parte III): infraestructuras

Montserrat Formoso

Las infraestructuras como clase de activos privados engloban la inversión en instalaciones, servicios y equipamientos considerados esenciales para el funcionamiento y la productividad económica de una sociedad. Incluye áreas tan amplias como energía, logística, telecomunicaciones, transporte, servicios públicos o gestión de residuos.

Explican desde Preqin que, al tratarse de activos monopolísticos, que prestan servicios esenciales con pocos o ningún competidor, la demanda es estable a pesar de los periodos de debilidad y contracción económica. Esto contribuye a garantizar esos flujos de tesorería estables y predecibles para el inversor mencionados, lo que hace que sean una clase de activos que encaja con los inversores institucionales que tienen pasivos también a largo plazo, como son los fondos de pensiones y compañías de seguros.

Se consideran, en general, una clase de activos de bajo riesgo respecto a otras inversiones alternativas, pero con un horizonte de inversión a más largo plazo.

Sin embargo, “las infraestructuras no están inmunizadas a cambios en los tipos de interés”, señala Daniel Pingarrón, Senior Sales Manager en Natixis IM, si bien, “sus flujos de caja proporcionan protección frente a las fluctuaciones de tasas a corto plazo”.

Por otra parte, la mayoría de los activos de infraestructura están vinculados al aumento de los precios a través de la regulación, acuerdos de concesión o contratos con tarifas. “Las infraestructuras son uno de los activos que mejor capacidad tienen de ajustarse a subidas de inflación, al tener una enorme capacidad de trasladar en sus precios finales (y, por tanto, la rentabilidad de sus inversiones) cualquier subida de la inflación”, añade Pingarrón. Para Natixis IM, el ciclo de los tipos de interés va ligado al de la inflación, por lo que podemos considerar que hay una correlación importante (aunque no perfecta) entre los tipos de interés y la rentabilidad de la inversión en infraestructuras.

Fuente: Bain & Company.

Este marco teórico ha sido respaldado por la evidencia. En los dos últimos años, “la continua volatilidad y la persistente inflación han puesto de relieve la resistencia de los flujos de caja de las infraestructuras”, señalan desde BlackRock. “Suelen tener contratos a largo plazo ligados a la inflación que pueden durar décadas, una ventaja significativa en un entorno volátil”, añade. Además, “al ser esenciales para la economía y nuestra vida cotidiana, las infraestructuras ofrecen flujos de tesorería menos ligados a los ciclos económicos que otras clases de activos”, continúa Andrews.

NECESIDADES DE CAPITAL Y COBERTURA DE TIPOS

Las infraestructuras son una de las clases de activos más intensivas en capital y, por tanto, requieren, en igualdad de condiciones, más deuda que las empresas tradicionales. Así lo explica Jerome Neyroud, responsable de Deuda de Infraestructuras de Schroders. Para mitigar el riesgo de tipo de interés establecen una “financiación a tipo fijo o swaps de tipos de interés”, señala.

Las coberturas de tipos de interés, son uno de los motivos por los que esta clase de activo haya sabido capear con éxito el incremento de los tipos de interés y que definen su estabilidad. “Al contar con contratos a largo plazo ligados a la inflación, estos proyectos obtienen mayores flujos de caja netos en periodos de repunte de los precios, limitando el impacto que la actual subida de tipos de interés tiene en las tasas de descuento y, por extensión, en su valoración”, señala Carlos Ruiz de Gauna, Managing Director de Inversiones en Infraestructuras de Arcano Partners. Por lo tanto, “aquellas estrategias que no inviertan en activos de infraestructuras que cuenten con contratos a largo plazo capaces de trasladar el incremento de la inflación a sus clientes, o que no cuenten con estructuras de financiación a largo plazo con coberturas de tipos de interés, serán las que mayor impacto experimenten hasta que los tipos de interés vuelvan a estabilizarse”, añade Ruiz de Gauna.

Haciendo una lectura general, Jerome Neyroud (Schroders) afirma que los activos de infraestructuras siguen produciendo los “flujos de caja operativos estables, positivamente vinculados a la inflación y predecibles”, que señalábamos unas líneas más arriba. En lo que respecta a la deuda, considera que “está fuertemente estructurada y sujeta a pactos, lo que permite mitigar aún más el riesgo”, señala. En su opinión, la deuda privada de infraestructuras es un símbolo de estabilidad.

IMPACTO DE LAS POLÍTICAS MONETARIAS

La vuelta a un ciclo de tipos más normal, aunque con retraso, tendrá implicaciones para la deuda de infraestructuras, así como para el resto de activos.Durante 2024 se espera que comiencen a reducirse los tipos de interés y, por tanto, “un incremento en el apetito de los inversores por los activos de infraestructuras al aumentarse el diferencial existente entre los retornos ofrecidos por éstos y los bonos europeos Investment Grade, dos activos que actualmente compiten por atraer la atención de los inversores”, establece Carlos Ruiz de Gauna.

Aunque las infraestructuras como clase de activos cuentan con numerosos vientos de cola, “los gestores no pueden dormirse en los laureles”, apuntan desde BlackRock. “La financiación barata que solía reforzar los rendimientos ha desaparecido, lo que obliga a los gestores a utilizar palancas adicionales para crear valor y ser propietarios activos”, añade. También demanda que sean más selectivos, en un entorno en el que se espera una mayor dispersión de los rendimientos de los gestores en el futuro.

Más allá de la política monetaria, “están en juego muchas cuestiones específicas del sector, incluido el creciente interés de los inversores por la sostenibilidad y la transición energética, junto con los riesgos y oportunidades que conllevan. Es imperativo de que los gestores evalúen los activos en función de sus características individuales”, apuntan desde Schroders.

El contexto macroeconómico también ha ralentizado la captación de fondos. En el mercado secundario, estamos viendo descuentos por primera vez. Para quienes dispongan de capital para gastar, se abre una interesante oportunidad de comprar activos de calidad a precios de entrada más bajos y con estructuras atractivas.

DEMANDA Y OFERTA

Según el equipo de Portfolio Solutions Group de Morgan Stanley, la demanda es fuerte en todos los sectores, aunque se ralentiza ligeramente, y está impulsada por dinámicas a medio y largo plazo, como la descarbonización de las energías renovables, tecnología 5G, fibra e inteligencia artificial. “Los fundamentales siguen siendo equilibrados, ya que existe una brecha secular entre la oferta y la demanda”, señalan.

Hay un claro consenso en que las temáticas señaladas está abriendo nuevas oportunidades de inversión. Empezando por el primer bloque, el CIO de Schroders, Nils Rode, destaca que las energías renovables se están beneficiando de la mayor preocupación por la seguridad energética y la necesidad de reducir la dependencia de los combustibles fósiles. Además, “las tecnologías relacionadas con las renovables, como el hidrógeno, las bombas de calor, las baterías y la recarga de vehículos eléctricos, desempeñarán un papel importante a la hora de permitir la descarbonización de industrias como el transporte, la calefacción y las industrias pesadas”. Señala que en la actualidad existe una notable disparidad entre el elevado número de proyectos de energías renovables y la limitada inversión de capital, “lo que se traduce en mayores rentabilidades y hace que ahora sea un punto de entrada atractivo, especialmente para las estrategias core/core+”, apunta Rode.

Además de la transición energética, otras áreas que apoyan la inversión en infraestructuras en las próximas décadas son las relacionadas con la digitalización y telecomunicaciones (fibra de banda ancha, torres de telefonía móvil y centros de datos), las cadenas de suministro (la fragmentación geopolítica ha acelerado las tendencias actuales hacia la deslocalización). Esto está impulsando nuevas inversiones en infraestructuras logísticas clave, como ferrocarriles y puertos.